Los Pensamientos de Nina
Nina es una joven de 26 años, nacida en Málaga y residente en Madrid. No logra encajar en el mundo de su mejor amiga, Vicky, el mundo de las fiestas y el glamour, con coches y trajes caros, donde la gente hace lo que sea para conseguir lo que quiere. Como Nico, que la atraerá desde el primer instante, que lo único que parece querer es a ella, e intentará hacer lo que sea para poder tenerla. También se reencontrará con David, un viejo amigo por cual solía encajar un poco más en ese mundo.
domingo, 1 de febrero de 2015
MI TAREA PENDIENTE: SORTEO NACIONAL E INTERNACIONAL BÉSAME PRINCESA
MI TAREA PENDIENTE: SORTEO NACIONAL E INTERNACIONAL BÉSAME PRINCESA: Buenos días, comenzamos el mes de Febrero. Un mes lleno de amor y de nuevas ilusiones. Aunque nosotr@s ya sabemos que todos son los meses...
lunes, 20 de octubre de 2014
Reseña a Elisabet Benavent
Cuando terminé la Saga Valeria nunca
pensé que nuestra Beta Coqueta que pudiera superarlo. No me entendáis mal,
Valeria es Valeria y siempre tendrá un huequito dentro de mi recuerdo. Amé, amo
y amaré a todos y cada uno de sus personajes (incluso a Adrián que era un
capullo integral). Pero ahora ha llegado El Universo Silvia y se ha hecho otro
huequito justo al lado. Porque en realidad todas somos Valeria o Silvia, Lola o
Bea; o todos son Victor o Gabriel, Bruno o Alvaro… Porque, si algo consigue
Elisabet con su forma de escribir es que nos sentamos identificadas con todas y
cada una de esas personillas que forman parte de sus grandes obras de arte,
porque no puedo definir sus libros como otra cosa. Obras de arte con las que me
siento tan identificada que a veces pienso que esta chica me ha estado espiando
por una mirilla o puesto cámaras en cada rincón de mi vida en plan El Show de
Truman.
Os confieso que, sin duda, con la que más me siento identificada es con Silvia
y todo su universo. Porque, por suerte o por desgracia, he vivido muchas de las
situaciones y sentido muchas de las emociones que se dan en los dos libros.
Sé lo que es pensar que quizás
has querido a alguien demasiado, sin pararte a pensar si te hace bien o mal. Sé
lo que es sentirse totalmente dependiente de una persona y que esa persona haga
más caso a lo que dice otra persona de ti que lo que ve con sus propios ojos.
Sé lo que es creer que puedes morir porque esa persona a la que has querido
tanto, con la que tantos planes has hecho ahora está con otra. Sé lo que es
pedirle a alguien que te quiera y sentir que es lo único que necesitas para
poder seguir respirando. Sé lo que se siente al descubrir que no bastó con
quereros. Sé lo que se siente al darte cuenta que te estás auto
destruyendo y que está desapareciendo poco a poco eso que un día
fuiste, y creer que no mereces que te ayuden.
Algunos diréis que me he puesto
muy melodramática y que solo me identifico con Silvia en las cosas chungas,
pero es que también soy muy Drama Queen como ella. Pero tranquilos que
también hay cosas buenas.
Saber que tienes una amiga la
cual te quiere tanto que aunque sepa que lo va a pasar mal si te vas lejos y
que te echará de menos bastante a menudo, te animaría a que te fueras, porque
sabe que lo mejor para ti es estar lejos de donde estás, eso es una sensación
que todos deberíamos sentir. Yo afortunadamente la siento, tengo a mis Beas
particulares (Beatriz, Ana, Carmen… Os quiero aunque no os lo diga mucho).
Adorar
el cuerpo sobretatuado de un hombre (sobre todo el de Adam Levine, en eso soy
más Bea). Tatuarte el nombre de la persona a la que quieres y no arrepentirte
de ello. Llevar el mismo tatuaje que dos de las personas más importantes de tu
vida. ¿Os habéis dado cuenta que me gustan los tatuajes?
Y no me gusta el Universo
Silvia solo por estas cosas con las que tan identificada me siento. Me gusta
porque la forma en la que escribe Elisabet es tan cercana, que aunque no hayas
vivido una situación o sentido una sensación, ella consigue que sepas de que
va. En cada escena que lees, tu mente puede correr a mil por hora visualizando
cada detalle, cada gesto, tanto que a veces llegas a sentirlo. Cuando coges un
libro y sientes ese pellizco en la garganta o en la boca del estómago, porque
cuando el personaje llora tú lloras, cuando se ríe te ríes, eso es lo que ella
(con Silvia o con Valeria) consigue. Y es eso lo que te hace leer capítulo tras
capítulo de sus novelas.
Ojalá algún día las palabras
que salgan de mis dedos sean tan buenas y sepan llegar a donde llegan las de
ella, aunque me queda mucho que aprender.
En
definitiva, lo que he querido decir con todo este rollazo tan trascendental que
os he soltado, es que si queréis saber lo que es estar enganchado a algo, a
algo sano, tenéis que leer sus libros.
Aquí os
dejo los enlaces para poder comprar sus libros en Amazon. Os aseguro que merece
la pena.
SAGA
VALERIA
UNIVERSO
SILVIA
miércoles, 19 de febrero de 2014
Noticias
Bueno chic@s. Se que debéis pensar que ya me vale haber dejado de publicar, y mas en un momento tan crucial en la historia. ¿Se acostaran o no se acostaran? No os preocupéis, terminareis sabiéndolo. Pero para saber cómo continúan Los Pensamientos de Nina, vais a tener que esperar un tiempo. He decidido escribir la historia completa y autopublicarla en formato electrónico. Ya os avisaré exactamente cuando y donde lo haré, para que el/la que quiera pueda adquirirlo (tranquil@s, sera baratito, precios anti-crisis). Hasta entonces, os pido un poco de paciencia. Lo intentaré acabar lo antes posible para que podáis disfrutar de la historia completa.
Por último, agradecer a tod@s l@s que estáis siguiendo este blog. Nina os lo agradece de corazón.
Un abrazo a tod@s.
Muchas gracias,
Mandy B.
Por último, agradecer a tod@s l@s que estáis siguiendo este blog. Nina os lo agradece de corazón.
Un abrazo a tod@s.
Muchas gracias,
Mandy B.
viernes, 14 de febrero de 2014
Capítulo 7
La cara que se le queda a mi amiga
es un poema. Pasa la vista desde mí hasta Nico y vuelta a mí. Yo me sonrojo al
máximo y me tapo la cara, él sonríe como satisfecho. Esto no me puede estar pasando
a mí.
-Vicky, este es...- mi amiga me
interrumpe.
-Nicolás Navarro. Toni me ha hablado
de ti- y ella, muy dicharachera, se acerca sonriente y le planta dos besos-. Encantada
de poder conocerte por fin.
-Igualmente. Toni tiene mucha suerte
de tener una novia tan guapa- ella finge ruborizarse.
-Adulador...- me mira como
pidiéndome una explicación.
-Nico me estaba ayudando a hacer la
tarta para mi padre. Mañana es su cumpleaños.
Nos mira a los dos comprobando que
sí que tenemos manchas de harina y azúcar por toda la ropa, especialmente yo.
-Bueno, os dejo que sigáis entonces
con vuestras tareas culinarias- mi amiga deja la botella de vino sobre la mesa
de centro del salón-. Os dejo el vino para que os lo toméis en la cena.
-No, si Nico ya se iba, ¿verdad?- lo
miro, esperando que me siga la corriente.
-Aún queda hacer la crema pastelera
y la cubierta- me mira alzando las cejas.
-Puedo hacerlo yo sola- le miro mal.
-Voy a ayudarte.
Y su tono autoritario me hace
asentir como una tonta y mirar a mi amiga pidiéndole perdón. Pero, por la
sonrisa que tiene de oreja a oreja, tiene pinta de que parece que ella está
mucho más contenta que yo de que el morenazo se quede a hacerme compañía.
-Bueno, de todas formas, yo he
quedado para cenar con Toni- se lo inventa como excusa Vicky.
-Pues no le hagas esperar, que
estará impaciente por verte- dice con tono divertido Nico, mirando de arriba a abajo
a mi amiga.
¿Acaso yo no tengo nada que opinar
en mi propia casa? Ella se dirige hacia la puerta y, sonriendo, me hace una
señal para que me acerque. Le temo cuando pone esa miradita...
-Aprovecha que lo tienes manchado y
en tu casa para que te ponga mirando pa' Cuenca, amiga- susurra mi amiga, pero
sin dejar de mirar al chico que está detrás de mí.
-Vickyyyy…- le digo en tono
recriminatorio.
-Recuerda, no hagas nada que yo no
haría- y, divertida, me da un beso en la mejilla y se marcha por las escaleras.
Cierro la puerta y me encuentro a un
muy contento Nico, con aires de victoria en mi salón.
-¿Estás contento?- le pregunto
intentando parecer enfadada, pero en el fondo me derrite tenerlo cerca.
-Sí- asiente orgulloso-. Te tengo
para mí solo.
¿Por qué cada palabra que dice este
hombre dirigiéndose a mí parece tan tremendamente sexual? Debo tener las
hormonas alteradas, porque tengo unas ganas tremendas de lanzarme a ese cuello
tan apetecible y... ¡Buuuuf! Concéntrate, Nina, y sigue con lo que estabais
haciendo.
-Sigamos con la tarta.
Me dirijo a la cocina intentando no
mirarle mucho y me interrumpe agarrándome de la cintura, pegando mi espalda a
su pecho. Se me acelera la respiración por tenerlo tan cerca de nuevo.
-¿No vas a ponerme una copa de ese
vino que nos ha dejado tu amiga tan amablemente?- susurra en mi oído.
-Pero tenemos que...
-Primero el vino, preciosa- me
interrumpe.
-Va...Vale...- tartamudeo, nerviosa.
Me deja separarme de él, cojo un par
de copas de vino del mueble mientras él se sienta en el sofá y vuelvo a su
lado, nerviosa como si fuera la primera cita o como estamos todas justo antes de
que nos den el primer beso. Me siento una niña indefensa cuando lo tengo cerca
pero, a la vez, la forma en que me mira me hace estar segura de mi misma. Todo
lo que indica que tengo que alejarme de él es exactamente lo que me hace estar
cada vez más cerca. Todo esto va a acabar mal pero, aun así, le estoy siguiendo
el juego. Porque eso es lo que es esto para Nico, un juego de cuánto va a
tardar en hacerme caer en sus redes. Y yo lo sé, y aun así voy pasito a pasito
cayendo cada vez más abajo.
-¿Dónde tienes el sacacorchos?- interrumpe
mis cábalas.
-En la cocina, en el cajón de al
lado del fregadero- se levanta a por él y vuelve en un minuto.
-Vamos a ver si tu amiga tiene buen
gusto para elegir vino.
Descorcha la botella de vino y nos
sirve un poco a cada uno. Después, me tiende una de las copas y levanta la suya
hacia mí.
-¿Brindamos?- me anima a levantar mi
copa.
-¿Por qué quieres brindar?
-Por los buenos comienzos- acerca su
copa a la mía, haciéndolas chocar, sin separar su mirada de mis ojos- y por los
mejores finales.
Brindo con él y bebo toda mi copa de
un solo trago a causa de los nervios. Él se ríe y bebe a sorbitos la suya, sin
dejar de mirarme, lo que me pone aún más nerviosa, así que me sirvo otra copa.
¿Dónde estaba mi promesa de hace un rato de que no iba a beber más en toda mi
existencia? Creo que se había fugado junto con mi cordura en el mismo instante
en que Nico apareció en mi vida.
-¿Nerviosa?
¿Por qué no deja de observarme de esa forma?
-No- miento-. Sólo es que tenía sed.
-Mientes muy mal, preciosa.
Pone una mano sobre mi rodilla
desnuda y yo me agarro a mi copa de vino, como si ésta consiguiera hacer que no
cayera al abismo.
-Estás temblando...- me susurra y
acaricia mi rodilla.
-Es el aire acondicionado, creo que
está muy fuerte. Creo que voy a apagarlo.
Suelto la copa en la mesita y me
levanto para coger el mando pero, cuando casi estoy de pie, su mano agarra la
mía con firmeza y tira de mí hasta hacerme caer, esta vez de lado sobre su
regazo, y nuestras caras se quedan a escasos centímetros. Mi respiración se
acelera cada vez más, su mirada se hace más intensa y creo que voy a desmayarme
de un momento a otro.
-¿Por qué te resistes tanto a mí?- me
pregunta y lleva una de sus manos a mi cuello.
-¿Por qué no habría de hacerlo?
-Porque sabes perfectamente que no
podrás resistirte eternamente y, cuanto más tiempo te lo niegues, menos tiempo
tendremos de disfrutar de lo que estamos deseando hacer desde el mismo momento
que nuestros cuerpos se tocaron por primera vez.
-No… No sé de qué estás hablando,
Nico.
-De esto...
Y de repente, noto como una de sus
manos sube desde mi rodilla por la cara interior de mi muslo, hasta llegar a mi
sexo, el cual cubre con toda su palma. Eso me hace cerrar ligeramente las
piernas, pero él me lo impide.
-Cada parte de tu cuerpo me dice que
me deseas. Desde tus ojos hasta tu coño que, cada vez más caliente y húmedo,
está loco porque le den lo que lleva deseando dos días- me acaricia despacio
por encima de las braguitas.
Pronuncia esas palabras tan cerca de
mis labios que la poca fuerza de voluntad que me queda, se esfuma y me
encuentro besándolo con pasión y deseo,
agarrándome a su pelo y abriendo ligeramente las piernas para darle mejor
acceso a mí. Él corresponde el beso con brusquedad, presionando cada vez más en
mi sexo. Es totalmente diferente a lo que siento con David. Con Nico es como más
visceral, como dos animales hambrientos de deseo. En un momento, aparta mis
braguitas, pasando su dedo corazón entre mis pliegues, resbalando por mi humedad y acariciando mi clítoris, lo que hace que se
me escape un fuerte gemido que me hace separar mis labios de los suyos.
-Eso es, preciosa, déjate llevar.
-No... No puedo... No debo...
-Deja de negártelo, Nina- mueve su
mano un poco más, para meter dos dedos en mi interior-. Sólo disfruta.
Sale de dentro de mí y se pone de
pie, cogiéndome en brazos, haciendo que lo rodee con mis piernas, y vuelve a
besarme con urgencia, y yo le hago caso y dejo de resistirme y por fin comienzo
a disfrutar del hombre al que deseo desde el mismo instante que lo vi.
Me lleva a la habitación, soltándome
a los pies de la cama, se separa de mí y yo protesto.
-Desnúdate- me ordena y se aparta un
par de pasos para poder mirarme.
-¿Qué?
-Quiero ver cómo te desnudas para mí.
Recuerda Nina, sólo disfruta.
Cierro los ojos, inspirando
profundamente para relajarme, me quito el delantal despacio y, abriendo los
ojos, comienzo a bajarme la cremallera lateral del vestido, dejándolo caer al
suelo. A la vez que lo aparto, me quito las cuñas.
-Esto no es justo...- murmuro.
-¿Qué quieres decir?- se acerca y
lleva sus manos a mis pechos, cubriéndolos casi por completo.
-Que no es justo que yo esté aquí
como mi santa madre me trajo al mundo y tu estés completamente vestido, y
tocándome y yo sin poder tocar y...- me hace callar tapando mis labios con los
suyos sin dejar de masajearme los pechos, y se separa.
-¿También quieres mirar y tocar?- me
lo dice ladeando una sonrisa picarona.
-¿Lo preguntas en serio?
-Quiero oírtelo decir.
Suelta una pequeña carcajada y
suelta mis pechos, separándose de mí. Su risa me hace relajarme y me pongo
frente a él con los brazos en jarra dando golpecitos con un pie en el suelo. Le
echo valor y le suelto.
-Vamos a ver, chavalote, si quieres
seguir tocando y mirando este cuerpecito- le digo señalándome a mí misma-, ya
puedes empezar a dejar ver más carne- termino señalando su cuerpo.
-Sí que tienes ganas- se ríe y se
acerca despacio-. Vamos a ver, chavalota, si quieres ver y tocar algo de este
cuerpecito- se señala imitando mis movimientos-, ya puedes empezar a desnudarme
tu misma.
Sin esperar más, me lanzo a sus
brazos y, mientras nos besamos con ganas, comienzo a subirle la camiseta
tocando cada duro musculo de su cuerpo (Dios, qué duro está). Me separo el
tiempo y la distancia justa para poder sacarle la camiseta por la cabeza.
Aparto la cabeza para poder admirarlo un poco, mordiéndome el labio y pasando
las manos por sus duros pectorales, bajando hacia sus abdominales (menuda
tabletita se gasta el muchacho) y engancho la hebilla de su cinturón,
abriéndola, mientras volvemos a besarnos, hundiendo nuestras lenguas en la boca
del otro, recorriendo cada rincón de ellas, como queriendo memorizarnos. Cuando
tengo desabrochados los botones de su pantalón, meto la mano, acariciando su
creciente erección.
Noto como ahoga gemidos en mi boca
al notar mis caricias, y sus manos viajan hasta mis caderas, bajando poco a
poco mis braguitas, dejándolas caer al suelo, y yo me dejo. Porque, aunque me
haya querido resistir el mayor tiempo posible, sé que esto es lo que tenía que
pasar. Lo sé porque él me lo hace sentir así. Nuestros cuerpos han sido, desde
el mismo instante en que se tropezaron, como dos polos opuestos, atrayéndose el
uno al otro de forma inequívocamente perfecta.
-Me estás matando, preciosa- habla
sobre mi boca, mordiendo ligeramente el labio inferior y tirando de él-. Túmbate.
Me empuja ligeramente sobre la cama,
haciendo que me recueste sobre ella. Él se queda de pie, observándome mientras
se quita los zapatos y el resto de la ropa que le queda puesta. Y entonces, lo
veo en todo su esplendor. Cuando lo veo, ahogo un gemido e instintivamente
cierro las piernas. ¿Cómo va a caber eso dentro de mí? Él se ríe por mi gesto y
yo me sonrojo.
Sube a la cama de rodillas,
abriéndome las piernas para poder verme mejor.
-No me niegues nunca esta visión- tiemblo
ligeramente nerviosa. Antes he sido muy valiente a la hora de decirle que
quería tenerlo desnudo, pero ahora...-, ¿entendido?
Asiento en silencio, porque creo que
en ese momento soy incapaz de articular palabra alguna. Lleva su mano hacia mi
sexo, abriendo mis pliegues que cada vez están más húmedos y calientes.
-Ahora quiero que te relajes y
disfrutes de lo que voy a darte.
-¿Qué vas a darme?- le pregunto
inocente.
-Voy a darte placer, mucho placer.
Y
sin decir nada más, agacha su cabeza y la hunde entre mis piernas. Capítulo 6
La imagen que me encuentro al abrir
la puerta, me hace cerrarla de nuevo de un portazo y apoyar la espalda sobre la
puerta cerrada. Éramos pocos y parió la abuela. ¿Qué coño hace Nico en la
puerta de mi casa? Vuelve a llamar a la puerta, lo que me hace inspirar
profundo; me separo de la puerta y la vuelvo a abrir. Lo miro fijamente, sin
saber muy bien qué decirle.
-¿Así es como te han educado tus
padres?- dice en tono burlón, con esa estúpida sonrisa de medio lado en los
labios- ¿Cerrándole la puerta en las narices a tus invitados?
-¿Se puede saber qué haces aquí,
Nico?- le fulmino con la mirada.
-Eh, tranquila, fiera...- ¿me está
vacilando?-. ¿Me dejas pasar? Hace mucho calor en este pasillo.
Se sacude los picos del cuello de su
polo Ralph Lauren impoluto y veo como un par de gotas de sudor le caen por la
frente y el cuello. Esa imagen me hace desearlo un poco más si cabe. Mi cerebro
no quería dejarlo pasar, pero mis pies actúan por sí solos y se apartan de la
puerta dejándole paso. Entra y le echa un vistazo a mi pequeño piso, metiéndose
las manos en los bolsillos.
-Uuummm... Acogedor- afirma,
mirándome ahora a mí, que aún estoy sujeta a la puerta abierta.
Este capullo engreído se atreve a
presentarse sin previo aviso en mi casa y encima criticarla. ¿Quién se piensa
que es?
-Repito la pregunta, por si tu ego
te ha impedido escucharla-cierro la puerta y doy un par de pasos hacia él-. ¿Qué
haces en mi casa?
-¿No te alegras de verme?- resoplo y
pongo los ojos en blanco. Me pone de los nervios.
-Nico...
-Pasaba por el barrio...- se ríe por
la típica excusa que acaba de poner-. No, solo pensé que querrías venir a tomar
un café conmigo para pagarme por mis servicios de alojamiento y desplazamiento.
-¿Enserio?- niego con la cabeza y él
asiente, sonriente-. No puedo, tengo que salir a comprar.
-Te acompaño.
-Y después tengo que prepararle una
tarta de cumpleaños a mi padre- intento persuadirlo para que se vaya.
-Soy buen repostero- afirma y se
encoje de hombros.
-No me lo creo.
-Hagamos una apuesta. Yo te acompaño
a hacer la compra, venimos de nuevo aquí y te ayudo a hacer la mejor tarta de
cumpleaños de la historia. Y, si resulta que no soy tan buen repostero, te
invito a una cena.
Su tono serio me hace que comience a
pensar que va en serio lo de hacerle la tarta a mi padre.
-No, que seguro que lo haces mal a
posta para poder camelarme en la cena.
-O quizás lo haga bien y me dejes invitarte
igualmente para agradecérmelo.
Me río a carcajadas y lo miro. Sigue
en la misma posición, con las piernas entreabiertas, las manos en los bolsillos
y esa maldita sonrisa que conseguiría que se derritieran los polos si me la
dedicara estando allí. Y esa mirada. Él está riéndose y bromeando, pero es
profunda y fija en la mía, como esperando que mis ojos se den cuenta de que los
suyos están hechos sólo para mirarme. Quiero apartar la vista y negarme a sus propuestas,
pero no lo consigo. Este capullo engreído me tiene atrapada sólo con mirarme.
-Vale.
No sé por qué he aceptado. El
alcohol residual del día anterior debe estar haciendo estragos.
-Espérame sentado- le señalo al sofá
y consigo dejar de mirarle-. Voy a cambiarme de ropa.
Me giro antes de que él se acomode
en mi salón y cierro la puerta de mi habitación con urgencia, apoyándome en ella
y suspirando. ¿Cómo podía estar pasándome eso? Yo soy una tía muy normalita,
nunca he llevado una horda de hombres babeantes detrás de mi trasero. Es decir,
ni una horda ni uno suelto. No suelo llamar la atención del sexo opuesto. Soy
una chica del montón. Y ahora resulta que tengo a los que probablemente sean
los dos tíos más guapos y deseados de la ciudad plantados en el salón de mi
casa con diferencia de diez minutos el uno del otro.
¡Espabila, Nina! Comienzo a quitarme
la ropa que llevo puesta, soltándola en la cama, y me dirijo al armario para
buscar algo fresquito que ponerme. Me decido por un vestido corto, palabra de
honor y en color verde botella y unas cuñas rojas. Me recojo el pelo, que aún
está algo húmedo, en una coleta lo mejor que puedo. Me miro al espejo y aún veo
las inmensas ojeras que tengo. ¿¡Cómo he podido recibirle con esta cara!?
Decido ponerme un poco de maquillaje para camuflarlas, un toque de rímel y
brillo de labios. ¿Por qué me estaba arreglando tanto para ir a hacer la
compra? Probablemente porque me da vergüenza que me vean con pintas de drogata
al lado de semejante portento de la naturaleza. No es que no fuera a desentonar
igual con mi pequeña capa de chapa y pintura pero, al menos no llegaría a dar
pena o no pensarían que era su criada o algo así. Me echo un último vistazo en
el espejo, de pie, antes de girarme hacia la puerta. Suspiro y abro, saliendo
al salón.
Él está recostado en mi sofá con las
piernas cruzadas a la altura de los tobillos con los pies encima de la mesa. La
verdad es que me mosquea un poco la confianza que está cogiendo tan rápido. Al
escuchar como cierro la puerta, baja los pies de la mesa y protesta.
-Ya era hora. ¿A dónde has ido a por
la ropa, a la Quinta Avenida?
Se levanta, girándose hacia mí y se
queda en silencio con los ojos como platos, recorriendo todo mi cuerpo con esa
mirada que me hace estremecer por completo. Se acerca a mí y acaricia mi brazo
desde el hombro desnudo hasta agarrarme la mano, lo que hace que se me erice
cada vello de mi cuerpo. Intento soltarme, pero él me tiene agarrada la mano
con firmeza.
-Si viéndote así, alguien te deja
escapar, es que no sabe dónde tiene la cabeza.
Engreído y engatusador. Es verdad que
me he arreglado un poquito más de la cuenta, teniendo en cuenta que vamos a ir
a hacer la compra, pero no es ni mucho menos mi mejor modelo, ni tampoco me
sienta tan bien. Este lo que quiere es llevarme al huerto.
Sube la mano libre y me roza la
mejilla con el dorso de la mano, con dulzura, como si me fuera a romper si me
toca más. Ese gesto me hace ruborizar y, de repente, ya no puedo mantenerle la
mirada, la desvío hacia el suelo,
agachando la cabeza.
-No me niegues nunca esta visión que
tengo de ti- susurra con su voz firme y autoritaria, y eso hace que
automáticamente vuelva a mirarlo a los ojos.
-¿Nos vamos?- digo apresuradamente.
Necesito salir de este espacio tan
cerrado, con él tan cerca. Su mirada, su cuerpo, su olor, todo me hace desearlo
hasta extremos que nunca había deseado a nadie. Y eso no es algo normal que te
pase con alguien que no hace ni cuarenta y ocho horas que conoces. Y menos, si
es alguien que está tan lejos de ti, tanto económica como socialmente.
Definitivamente, tenía que quitarme de la cabeza a Nico y alejarme cuanto antes
de él. Antes de que fuera demasiado tarde y me partiera el corazón. Eso es lo
que piensa mi mente, pero parece ser que mi cuerpo no está dispuesto a
obedecer.
-En marcha, preciosa.
Sin soltarme de la mano, se gira y
se encamina hacia la puerta de la entrada. Lo sigo como si fuera lo que debo de
hacer en lugar de correr a toda pastilla hacia el lado contrario. De la mesilla
de la entrada, cojo el bolso y salgo de casa pensando que, si no se me ocurre
nada para alejarme, pronto caeré en picado hacia el abismo del rompecorazones
que me lleva de la mano.
Yo quiero ir andando, pero Nico
insiste en ir en su coche para que así no tengamos que volver cargados. Bueno,
es él el que tiene un coche que tendría que llevar un surtidor de gasolina
incorporado, así que acepto. Aprovecho que se ha ofrecido a hacerme de
transportista para hacer una compra mayor de la que había planeado simplemente
para hacer la tarta. Cojo todo lo que me hace falta para la compra del mes,
incluido los típicos productos de higiene femenina, tales como gel íntimo, cera
para el bigote, hasta incluso compresas y tampones. En realidad, la mitad de
las cosas no me hacen falta con urgencia, porque tengo de sobra en casa, pero
hago todo esto para intentar avergonzarlo y que cambie de opinión sobre lo de
acompañarme en la compra. Pero ahí está, sin apenas soltarme de la mano, sólo
el tiempo justo de coger algunas cosas de los estantes. Y ahí estoy yo,
dejándome llevar de la mano de aquel hombre, casi desconocido, con el que, en
apenas dos días, ya había compartido cama y ahora hacíamos la compra como si
fuéramos un matrimonio que lleva años de convivencia.
Durante la compra y el camino a
casa, me cuenta que su padre tiene una cadena de hoteles de lujo por todo el
mundo y que ahora le ha dejado al mando de los establecimientos que tienen en
Madrid, pero que él quiere montar algún negocio propio. Me comenta que ha visto
un par de locales para montar un pub o incluso una discoteca. Lo escucho hablar
sin perderme detalle de lo que dice, realmente me interesa lo que me está
contando. Yo le cuento sobre mi trabajo de profesora, del que me extrañaba que
él ya supiera antes de que yo se lo dijera, y me dice que ha hablado de mí con
Toni. Maldito Toni, debe ser éste el que también le ha dicho en que piso vivía,
porque no recuerdo habérselo dicho yo. Le hablo de mis niños con una sonrisa en
los labios y llenándome de orgullo de lo que ellos son para mí, y él no para de hacerme preguntas sobre ello.
-¿Cómo supiste que querías ser
profesora?
-Bueno...- hablo mientras comienzo a
colocar las cosas de la compra en su sitio en mi casa-. Siempre he sabido lo
que quería ser de mayor, no sé. Ser profesora te tiene que gustar, es un
trabajo por vocación, no es un trabajo que se escoja por el gran sueldo. Ya ves
que no vivo entre lujos- señalo a mi alrededor-. Pero me siento totalmente
feliz con mi trabajo.
-Eso dice mucho de ti- dice mientras
me ayuda a colocar cosas en los armarios.
-Bueno...- me encojo de hombros y
cojo un par de delantales del cajón, pasándole uno a Nico-. ¿Nos ponemos manos
a la obra?
-Vale- se coloca el delantal y me
sonríe ampliamente con los brazos puestos en jarra-. Tú mandas, jefa.
Le miro con las cejas levantadas y
los ojos muy abiertos.
-¿Acaso no eras tú el experto
repostero?
-Cierto, señorita- se pone derecho-.
Me van a hacer falta: dos yogures de limón, harina, azúcar, aceite y dos sobres
de levadura.
-¡Marchando!
Sí que se le veía resuelto, al menos
en las recetas. Me giro y comienzo a poner todo lo que me ha pedido, intentando
ordenarlo para que cupiera en la pequeña encimera.
-Muy bien. ¿Dónde tienes la batidora
y un bol grande para poner los ingredientes?- su voz es dulce pero a la vez
autoritaria.
-En el mueble de debajo de la vitro-
le señalo al mueble que está a su lado.
Se agacha para cogerlo y no puedo
evitar quedarme con la boca abierta mirando cómo se le tensan los músculos de
la espalda y el culo al hacerlo. Consigo apartar la vista justo en el momento
que se pone de pie, colocándolo todo encima de la encimera junto a los
ingredientes.
-Ahora, coge los yogures y vuélcalos
en el bol- hago lo que me dice.
Sigue dándome instrucciones sobre cómo
hacer las bases para la tarta y las voy siguiendo sin rechistar. Con los mismos
vasos de los yogures, me indica que eche dos vasos de aceite de oliva, cuatro
vasos de azúcar, seis de harina y, por último, un sobre de levadura. Mientras,
él supervisa mis movimientos, dándome el visto bueno. Se coloca detrás de mi
espalda, haciéndome agarrar la batidora.
-Y ahora, poco a poco, ve batiendo
todos los ingredientes hasta que se haga una masa medio compacta, sin ningún
grumo.
El notar su aliento sobre mi cabeza,
inclinado sobre mí y pegado a mi espalda, me hace temblar, y le doy al botón de
la batidora demasiado pronto y hago que la harina salga volando en todas
direcciones.
-¡Joder!- me maldigo a mí misma y lo
escucho riéndose detrás de mí.
Claro, él está a salvo de la
tormenta de harina con mi cuerpo delante. Lo miro con los ojos entrecerrados,
intentando aparentar mirada asesina, pero no sirve de nada. Me coge las manos
con suavidad y hunde la batidora con cuidado en la mezcla.
-Tienes que hacerlo con suavidad,
preciosa- susurra y hace que me derrita. Presiona contra mi dedo y comenzamos a
hacer la masa-. Despacio y con cariño, las cosas siempre salen mejor.
-Ehhmmm... Ya...
Eso que acaba de decir ha sonado
tremendamente sexual y, salido de sus labios, hace que mi cuerpo sienta la
necesidad de tenerlo aún más cerca. Intento concentrarme más en lo que nos
traemos entre manos. O sea, la tarta; no el sexo. Cuando considera que tiene la
textura correcta, se inclina algo más sobre mí, metiendo su dedo índice en la
mezcla, coge un poco de masa y lo acerca a mis labios.
-Pruébala- me ordena y, automáticamente
abro la boca y me meto su dulce dedo entre los labios.
-Mmmm...- no sé si el sonido de
placer es más por el sabor de la masa o por estar saboreando su piel.
-¿Está rica?- asiento como una
tonta, relamiéndome los labios cuando él saca su dedo de mi boca. Quiero más-. Ahora,
lo ponemos en la bandeja del horno cubierta con papel plata y hacemos al menos
tres bases.
Enciendo el horno mientras él
reparte la masa en las tres bandejas para el horno. Cuando éste está caliente,
ponemos la primera y me indica en el momento que se sabe que está lista la
base. Y así con el resto. Cuando acabamos de colocar la última base, suena el
timbre de la casa y me sobresalto.
-Menudo día de visitas tengo- murmuro-.
Espera un segundito aquí, ¿vale?
-Vale, yo vigilaré el horno.
Voy hacia la puerta, limpiándome las
manos en el delantal. ¿Quién será a esta hora? Miro el reloj del TDT antes de echar
un vistazo por la mirilla; son las ocho y media de la tarde. Resoplo al ver
quién es, y abro.
-¿Cuándo pensabas contármelo?- el
torbellino de mi amiga entra en mi piso moviendo las manos alterada.
-¿Contarte el qué, Vic?- la miro sin
entender a qué se refiere. Espero que a David no se le haya ido la lengua y le
haya contado nuestro affaire.
-Traigo una botella de vino para que
te sientes y sueltes la lengua, querida.
-Sigo sin entenderte, nena.
-¡Te has tirado al morenazo!- me
mira con cara de enfadada.
-¿Qué estás diciendo, Vic? Baja el
volumen, por favor...- me muero de vergüenza como lo oiga el mencionado
morenazo.
-¡¿Que baje el volumen?!- me mira
con cara de incrédula-. ¡Te has tirado al morenazo más buenorro de todo el
planeta! Después de mi niño, claro. ¡Y no me lo has contado! A mí, a tu mejor
amiga. Esto no te lo perdono.
En ese momento, Nico sale de la
cocina y, sonriente, me mira burlón.
-Preciosa, la última base está
lista.
jueves, 13 de febrero de 2014
Capítulo 5
Sigue el ascenso de su mano hasta mi
cuello, lo que me hace perder el norte. Y, de pronto, noto como sus labios
están rozando los míos, sin llegar a presionarlos, como tanteando el terreno. De
mi pecho sale un suspiro y me vienen imágenes de la única noche que pasamos
juntos. Y, sin más, me encuentro respondiéndole a ese roce. Al notar mi
aceptación, él comienza a besarme de forma dulce, como saboreándome, y yo le
correspondo de la misma manera. Sus labios saben tan bien que me apremian a que
vaya a más, y me encuentro con mi mano sobre su nuca, enredando los dedos entre
su pelo, tirando ligeramente de él, lo que hace que le salga un ronco sonido de
su garganta. En un movimiento, me encuentro a horcajadas sobre él, rodeándolo
con mis brazos, con una de sus manos sobre mi espalda, por debajo de la
camiseta, y la otra sobre mi culo, apretándolo. Nuestras lenguas se encuentran
recorriendo la boca del otro, batiéndose entre ellas en una especie de lucha de
placer húmedo. No puedo evitar ahogar un gemido sobre su boca que me hace
separarme por un momento, para poder respirar, de esos labios que me están
sometiendo a esa dulce tortura.
-¡Dios!- no sé por qué me sale
siempre la “vena religiosa” en estos momentos.
-Te he echado tanto de menos...- me
susurra, dando besos por mi cuello.
Yo echo la cabeza hacia atrás, para
darle mejor acceso a esa zona tan especialmente sensible de mi cuerpo.
-Y yo también, joder.
Nuestros cuerpos se rozan cada vez
de forma más intensa. Noto como se va poniendo duro debajo de sus vaqueros,
presionando mi sexo a través de la fina tela de mis pantalones y mis braguitas.
Eso me hace estremecerme y humedecerme, y me hace jadear. Volvemos a besarnos
de forma más salvaje. Su mano sube por mi costado por debajo de mi camiseta
hasta llegar a la altura de mi pecho y lo acaricia por el lado, lo que hace que
se me ericen los pezones. La otra mano
sigue el mismo camino que la primera, atrapándome de esta forma los dos pechos,
masajeándolos, pellizcando mis pezones de forma suave, lo que me hace ahogar un
gemido detrás de otro. Cada vez estoy más mojada y me rozo más contra él,
moviendo mis caderas en círculos.
Oh!
Just shoot for the stars
If it feels right
Then aim for my heart
If you feel like
And take me away
Make it okay
I swear I’ll behave
Just shoot for the stars
If it feels right
Then aim for my heart
If you feel like
And take me away
Make it okay
I swear I’ll behave
Suenan las
primeras frases de la melodía de mi móvil. ¡Empiezo a odiar a Adam Levine en
ese mismo instante!
-No
lo cojas, por favor- me suplica David en un susurro ahogado por los jadeos.
-No
pensaba hacerlo.
Vuelvo
a besarlo, presionando mis pechos contra sus manos, buscando su lengua con la
mía, con ansia, como una persona que lleva a dieta un mes y le permiten probar
un dulce. Decido comprobar lo que se cuece entre sus piernas, metiendo mi mano
entre nuestros cuerpos, masajeándolo por encima del pantalón y...
Riiiing...
Riiiing... El teléfono de casa comienza a sonar.
-¡Me
voy a cagar en toda la puta madre que parió a Alexander Graham Bell!- definitivamente,
me perdía la boquita en momentos como éste.
Me
separo de su boca mirándole con los ojos perdidos de placer y él protesta
intentando volver a besarme.
-Tengo
que coger, puede ser importante...
Quita
sus manos de mi cuerpo a regañadientes y se recuesta en el respaldo del sofá
resoplando enfadado. Corro hacia el teléfono y cojo jadeando, y no por la
carrera hacia el aparato.
-¿Quién
es?- digo con tono de pocos amigos.
-Hola,
hija- la voz de mi madre suena al otro lado de la línea.
-Hola,
mamá...- contesto, con mucha desgana, y pongo los ojos en blanco. Miro a David,
que está con cara de pocos amigos, pidiéndole perdón con la mirada.
-¿Eso
es lo que te alegras de escuchar a tu madre?- mamá y su dramatismo.
-¿Qué
necesitas, mamá?- intento sonar más contenta, dando vueltas por detrás del sofá
con el auricular en la oreja.
-Nada,
era sólo para preguntarte cómo estabas y para recordarte que mañana es el
cumpleaños de tu padre y quedaste en traer tú la tarta.
-No
lo he olvidado, mamá- en realidad se me había pasado un poco lo de la tarta. Aún
tengo que ir a comprar los ingredientes para prepararla.
-Vale, cariño. ¿Cómo has empezado la
semana?
Lo que me faltaba ahora mismo, yo
con un calentón de diez pares de narices y mi madre preguntona. David se
levanta y se pone detrás de mí sujetando mis caderas y dando besos por mis
hombros, esto tampoco ayudaba al mencionado calentón.
-Bueno, podría haber sido mejor- suelto
un suspiro y me aparto un poco de mi amigo.
-¿Qué pasa, hija? ¿Has tenido
problemas en el trabajo?
-No, es sólo que no he dormido muy
bien hoy.
David vuelve a agarrarme, pegándome
a su cuerpo, y sube dando besos por mi cuello.
-¡Para!- le susurro mientras tapo el
auricular para que mi madre no me escuche y haya otro motivo más de
conversación. Le hago una seña hacia el sofá y él se sienta enfurruñado.
-¿Y eso?- dice mi madre en tono algo
preocupado.
Le cuento a mi madre mi salida de
ayer para darle la bienvenida a David, omitiendo las cantidades ingentes de alcohol
que hubo por él camino. Sí, tengo 26 años y mi madre aún se piensa que lo más
fuerte que tomo es Nestea. Soy su niña pequeña... A mi madre le cae muy bien
David, creo que siempre ha deseado que acabáramos juntos, así que se pone muy
contenta con la noticia de su vuelta.
-¡Qué bien que haya vuelto!- se le
nota la felicidad en la voz.
-Sí...
Miro a mi amigo, sentado en mi sofá,
nervioso, toqueteándose las manos y dando golpecitos con el pie en el suelo. Al
verlo allí, mirándome sin saber qué hacer mientras mi madre me sigue dando el
discursito, no paro de darle vueltas a las cosas. David me gusta, siempre me ha
gustado. Pero me había llegado a convencer de que lo que pasó antes de que se
fuera, fue un error. Él se marchó y estuvo casi un mes sin mandar siquiera un
mensaje. Y cuando por fin dio señales de vida, hizo como si no recordara nada
de aquello. Me partió el corazón.
-¿Cariño?- la voz de mi madre me
saca de mis pensamientos, haciendo apartar la mirada del chico que los tenía
ocupados.
-Perdona, mamá. Me despisté.
-Te decía que le digas a David que
venga a la fiesta de cumpleaños de tu padre.
-Ejem... Se lo comentaré, pero
andará ocupado, no sé si podrá.
-Tu díselo, seguro que hace un
hueco. Tengo ganas de verlo- pues sí que está feliz mi madre de que David esté
de vuelta en Madrid-. Os esperamos a las seis en casa.
-Vale.
-Hasta mañana, cariño. Cuídate.
-Hasta mañana, mamá. Te quiero.
Le cuelgo y dejo el auricular en su
sitio. Me quedo parada un instante, cogiendo aire profundamente. Vuelvo al sofá
y me siento al lado de mi amigo. Él está con un brazo puesto sobre los ojos y
parece estar intentando controlar la respiración.
-Mi madre
te invita al cumpleaños de papá, mañana.
Me
mira con ojos de incrédulo como diciendo ¿de verdad me vas a hablar de tus
padres ahora?
-David, yo...- se incorpora y me
mira fijamente.
-¿Me vas a decir que no estabas
deseando hacer lo que acabamos de hacer?- noto cierto tono de enfado en su voz.
-No es eso, es que...- me levanto,
me llevo las manos a la cara para restregarme y doy pasos de un lado a otro-. Tú
y yo somos amigos, esto no funcionaría, no deberíamos...- me interrumpo, no sé
qué decir.
-¿Qué no deberíamos hacer?- se levanta y da una voz, enfadado.
-¿Qué coño te pasa David?- lo miro a los ojos fijamente.
-¿Sabes qué me pasa?- resopla
acercándose a mí-. Me pasa que llevo un año pensando en ti. Echándote de menos.
Pensando en aquella última noche. Cierro los ojos y te veo sobre mí, debajo de
mí. Deseando estar cerca de ti a cada segundo. Deseándote.
Se acerca más a mí poniendo su mano
sobre mi mejilla, acariciándola con el pulgar.
-Te fuiste- suspiro cerrando los
ojos.
-Ojalá hubiera podido quedarme.
-Te fuiste y no quisiste saber de mí
en casi un mes.
Su mano va desde mi mejilla hacia mi
nuca apoyando su frente sobre la mía.
-Lo siento. Me cagué de miedo- susurra,
acariciando nuestras narices-. No supe cómo afrontarlo y...
-Decidiste que era mejor dejar que
yo pensara que yo para ti había sido una más que apuntar en tu agenda de
conquistas- le interrumpo con la voz quebrada.
-Tú nunca fuiste una más. Te quiero,
fea.
-Tú no me quieres, David- me aparto
despacio-. No al menos de la forma que quieres creer ahora mismo.
-Aquella noche fue especial.
-Sí, lo fue- agacho la mirada-. Para
mí fue una de los momentos más especiales de mi vida, pero el vacío que me
quedó después aún me duele.
-Entonces, ¿por qué me rechazas
ahora?
-Porque probablemente aquello no
debió pasar entonces, ni debe pasar ahora. Porque podría romper la amistad que
tenemos y eso acabaría por romperme el corazón.
-¿Acaso no soy suficiente para ti?- me
mira con dolor.
-David, no digas eso...
-¿O es sólo que no soy Nicolás
Navarro?
Lo miro sin entender a qué ha venido
ese comentario, y me enfrento a él.
-No sé qué cojones te pasa con Nico,
pero te puedo asegurar que no tiene nada que ver con lo que está pasando aquí.
Así que deja el tema.
¿Seguro que no lo tenía? Me dirijo
hacia la puerta dejándola abierta.
-Deberías marcharte ahora, antes de
que digamos más cosas de las que nos arrepintamos- me mira con ojos
entristecidos.
-Nina...- se acerca, intentando que
lo mire a los ojos.
-Ahora no me apetece seguir hablando-
la mirada vuelve a tornársele enfadada.
-Sí, será mejor que me vaya...
Atraviesa el umbral de mi casa con
cara de enfadado y cierro de un portazo detrás de él. Me dirijo hacia el sofá
bufando, maldiciendo entre dientes, y cuando me tumbo, doy patadas al aire, sin
saber si estoy más molesta con David o conmigo misma. A los cinco minutos
llaman a la puerta y, con cara de pocos amigos, voy a abrirla.
-¡David, te he dicho que no quiero
hablar ahora mismo!- grito mientras abro la puerta.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)