Y ahí estoy
yo... En un estúpido probador de una estúpida tienda, probándome un estúpido
vestido para una estúpida fiesta que mi estúpida amiga ha organizado para
celebrar el estúpido fin del verano. ¡¡Dios!! ¡¡Qué poco me gustan las
compras!! Vicky lo sabe, lo sabe perfectamente, y aun así me obliga a venir de
compras con ella y además a comprarme un vestido, cada vez que se le ocurre una
de estas genialidades de fiestas. Que, dicho sea de paso, ocurre bastante a
menudo. Ella quiere convertirme a su mundo, el de la alta sociedad; pero, a
veces no termino de encajar en él. Será porque vengo de una familia media,
nacida en Málaga. Me mudé a Madrid con dieciocho años porque a mi padre le
trasladó su empresa a la nueva sucursal de la capital. Mis padres siempre
hicieron todo lo posible para mandarme a los mejores colegios, para que pudiera
estudiar en una de las mejores universidades de España, la Universidad Europea,
en la que finalmente cursé Magisterio.
Cierro los ojos inspirando fuerte y
suelto el aire, abriéndolos poco a poco. Me miro al espejo...
-No está mal...- me digo a mi misma
frunciendo el ceño demasiado por lo poco que me gusta estar ahí encerrada.
Es un vestido ceñido, corto- algunos dirían que demasiado corto-, tiene
el escote redondo, pero no muy pronunciado, es de media manga y con toda la
espalda al aire y, lo mejor de todo, es azul, mi color favorito.
-Nina, cariño, ¿cómo lo llevas?-
oigo a Vicky, que me saca de mis pensamientos, desde el probador de al lado
donde se está probando el enésimo vestido. Yo es el primero que me pruebo porque
no me convencía ningún otro.
-Creo que me quedo con éste- digo
con voz demasiado cansada y resignada, mientras le echo un vistazo por última
vez a cómo me queda el vestido por detrás, y empiezo a quitármelo.
-Pues, yo no sé...- pongo los ojos
en blanco al escucharla, no puede ser que quiera probarse más vestidos; creo
que ya quedan pocos modelos en la tienda que no se haya probado hoy o que no
tenga ya en casa.
-¡Seguro que estás guapísima, niña,
como siempre!- Termino de vestirme con mi ropa y salgo del probador, esperando
impaciente a que mi amiga por fin se decidiera a comprarse ese estúpido
vestido.
-Es que quiero estar preciosa para
él esta noche- abre la puerta y sale del probador con, por lo menos, cuatro
modelos diferente. Vuelvo a poner los ojos en blanco ante su comentario y al
verla tan cargada como siempre-. Creo que me voy a llevar estos dos- deja los
otros dos restantes en la entrada del probador.
-Él siempre te va a ver preciosa,
Vicky, ¿es que no ves que lo traes loquito?- me giro y vamos hacia la caja a
ponernos en cola-. Vamos, que aún tenemos que comprar las bebidas y algo para
picar.
Damos otra vuelta más por la
zapatería, en la que intento convencer a mi amiga de que no se compre otro par
de zapatos más, que tiene unos que le vendrían divinos para cualquiera de los dos
carísimos vestidos que lleva; todo es inútil cuando se habla de Vicky y
zapatos, tiene un zapatero que es casi más grande que mi vestidor entero. Ella
sí pertenece a este lujoso mundo: hija de magnate inmobiliario, dueño de varios
hoteles en todo el mundo, ha crecido teniéndolo todo. Cuando cumplió los dieciocho,
sus padres le compraron nada más y nada menos que un Porsche 911 Turbo en rojo
fuego. Yo me conformé con poder comprarme, a los veintitrés, un Opel Corsa de
segunda mano, con los ahorros de varios años trabajando de cuidadora de niños.
Y, por fin, hemos hecho la compra
que realmente habíamos venido a hacer. Compramos alcohol como para un
regimiento; ya se sabe que en las fiestas que se organizan en ausencia de los
padres, siempre aparece más gente de lo que realmente pensabas. Espero que no
se desmadre demasiado, no me apetece aguantar a semidesconocidos totalmente
borrachos intentando meterme mano. Pongo
mala cara al recordar la última fiesta. Fue hace sólo un par de semanas, en casa
de Toni, el novio de Vicky; su querido amigo del alma, Luis, hizo el intento de
emborracharme para aprovecharse de mí y al final acabó con la cara colorada del
bofetón que le di cuando intentó pasar la mano por debajo de mi falda.
¡¡Semejante imbécil!!
Escucho a Vicky en la ducha mientras
voy colocando los últimos retoques para la fiesta. Es en su ático, aprovechando
que sus padres están de viaje de negocios. Miro el reloj; son las 18:30. La
fiesta está convocada para las 20:00, pero aun así resoplo pensando en que
debía haberme metido yo antes en el baño, porque tardo muchísimo menos que ella
y al final me toca arreglarme con prisas y con la presión de Vicky de que tengo
que estar perfectamente maquillada para ver si conquisto a algún ricachón de
los que vienen hoy a la fiesta. Como es habitual en las fiestas de la alta
sociedad, y sobre todo en las de mi amiga la hija del gran Pedro Granados, se
congrega la Jet Set de toda la zona.
Me tiro en el sofá, pensando
definitivamente que yo no pertenezco a ese mundo. Cojo el mando del plasma de
51” del enorme salón del ático y empiezo a hacer zapping buscando algo
interesante que ver. No hay nada. Lo dejo en la MTV, donde están echando uno de
esos reallyties estúpidos, en los que las que la gente no hace más que hacer
chorradas con tal de salir en la tele e intentar convertirse en un famoso.
A los veinte minutos, oigo que mi
amiga ha salido del baño. Miro el reloj; ya son las 19:15. Me levanto resignada
para ir al encuentro del torbellino que es Vicky momentos antes de una de sus
fiestas.
Me obliga a plancharme el pelo, a
pesar de los inútiles esfuerzos de explicarle que mi pelo nunca aguanta el
alisado, y menos con esta humedad de últimos de verano.
-Es que estás preciosa, Nina- miro
su reflejo sonriente en el espejo que tengo delante. Ella está detrás de mí
dando los últimos retoques a mi pelo.
-Lo que tú digas, amiga...- le digo
y me pongo en pie sobre los Manolo Blanik que me acaba de prestar. Yo nunca me
podría permitir unos zapatos de ochocientos euros-. Gracias por los zapatos.
-No hay de qué, cariño- me hace un
gesto con la mano, quitándole importancia.
Sobre las 20:30 ya ha llegado todo
el mundo. Le echo una mirada a la casa. No hay tanta gente como la última vez.
Veo en una esquina, hablando con un par de chicas, al imbécil de Luis; seguro
que está urdiendo un plan para intentar llevárselas a las dos a la cama,
juntas. Decido ir a por una copa para intentar borrar esa imagen de mi mente.
Por el camino, voy saludando a unos y a otros, como es habitual; a la mayoría
apenas los conozco. Miro a Vicky con Toni, los dos acurrucaditos, cerca del
ventanal que da a la enorme terraza del ático. Están súper enamorados. Una
sonrisa se forma en mis labios, porque estoy feliz por ella.
-Hola- una voz suave me saca de mis
pensamientos y me hace dar un brinco con el que casi tiro la copa que tengo en
la mano-. No quería asustarla.
Giro la cara para encontrarme con
ese chico, vestido con un traje de chaqueta gris azulado y camisa blanca, pero
sin corbata. Nunca lo había visto. Tiene una sonrisa en los labios que hace que
se le forme un pequeño hoyuelo en el lado izquierdo de la cara. Me mira a los
ojos e inmediatamente eso provoca que baje la mirada y me ruborice.
-Soy Nicolás Navarro- extiende la
mano esperando mi respuesta-, pero puedes llamarme Nico.
Vuelvo a subir la mirada para volver
a fijarme en sus ojos, de un profundo azul claro. Me mira fijamente durante
unos segundos que me hacen descontrolarme.
-Ho... Hola- hablo dubitativa y
extiendo la mano temblorosa-, Martina Aguilar.
-Siento haberla sobresaltado,
señorita Aguilar -suelta mi mano y me sigue sonriendo-. Es sólo que la vi aquí
sola y vine a ver si nos hacíamos mutua compañía. Mi acompañante hoy me ha
fallado.
Mierda. Tiene novia. Lógico,
demasiado guapo y, por el traje que lleva puesto, demasiado rico como para
estar soltero.
-Nina, por favor- le respondo
secamente-. Y no me hables de usted, me haces sentir mi madre.
-De acuerdo, Nina- ladea una sonrisa
de nuevo y me guiña un ojo-. ¿Qué te trae por esta fiesta, Nina?
El guiño me hace perder un poco el
norte, hasta que mi razón se repite una y otra vez que no puede ser, que no lo
mire de esa forma. Él está ocupado, no hay nada que hacer. Pero es realmente
guapo.
-Ummm...- dudo por el desconcierto
que me produce su cercanía. ¿Qué haces Nina? ¡Espabila!- Es la fiesta de mi
mejor amiga, Vicky. ¿La conoces?- he conseguido terminar la frase sin
tartamudear.
No sé qué coño tiene este chico,
pero no puedo parar de mirarlo. Me empiezo a fijar mejor en algunos detalles.
Su pelo es negro como la noche, cejas perfectas, nariz pequeña pero puntiaguda,
mandíbula perfectamente cuadrada; tiene una piel pálida, ligeramente sonrosada
en los pómulos; los ojos... ¡¡Dios!! ¡¡Qué ojos!! Podría perderme en ellos todo
el tiempo del mundo...
-¿Nina?- de repente, lo escucho y me
sobresalto. Me he quedado mirándolo demasiado tiempo y no me he dado cuenta que
él seguía hablándome-. ¿Te encuentras bien?
-Sí, disculpa- mis mejillas se
enrojecen al máximo al darme cuenta de lo que he hecho.
-Te decía que soy un antiguo
compañero de instituto de Toni- sonríe y me vuelvo a perder en él-. Mi familia
y yo nos mudamos hace unos años a Londres, por negocios de mi padre. Pero ahora
he decidido volver a Madrid.
Mientras él sigue hablando de que ya
echaba de menos Madrid y que por eso había decidido volver, yo sigo el examen
exhaustivo de aquel chico desconocido. Es bastante alto. Yo mido 1,65m, llevo
unos Manolos de 12cms y aun así me saca casi una cabeza. Se le ve una
complexión atlética, hombros anchos y... esos ojos... Tengo que esforzarme por
escuchar y entender lo que me está diciendo mientras asiento de vez en cuando.
Nina, ¡recupera el control!
-Y tú, ¿de qué conoces a Vicky?- me
mira fijamente esperando mi respuesta y se mete una mano en el bolsillo de sus
pantalones y con la otra, sujeta una copa.
-Bueno...- dudo un instante al
hablar por lo que me provocan sus ojos fijándose en los míos- la conozco desde
que llegué a Madrid con dieciocho años- cojo un poco de aire, carraspeando por
tener la garganta seca, y tomo un sorbo de mi copa-. Fue la primera persona que
conocí cuando me mudé.
-Ah, ¿no eres de Madrid?- cambia el
peso sobre la pierna contraria mientras bebe de su copa con gesto tranquilo.
Me quedo absorta mirando sus labios
húmedos por el líquido de su copa, lo que hace que me relama los míos
perdiéndome en mis pensamientos, pero reacciono antes de que se me note lo
atontada que me hace sentir su sola presencia.
-Eeehh... No, soy de Málaga. Me mudé
a esa edad porque trasladaron a mi padre- mientras hablo, intento dejar de
mirarlo tan fijamente porque, de un momento a otro, entraré en combustión
espontánea si sigo mirando a esos ojos que me pierden totalmente.
-He viajado por medio mundo, pero
Málaga no la conozco. Espero que algún día, si viajo allí, pueda gozar de tu
compañía como guía turística.
-Si no ha cambiado desde hace cinco
años que no voy...- me encojo de hombros. Eso, Nina, hazte la indiferente.
Tamborileo las uñas contra el
cristal de mi copa, mirando su contenido y moviendo mi cuerpo hacia los lados,
haciendo como la que sigo el ritmo de la música -ha comenzado a sonar Tu
jardín con enanitos de Melendi-, cuando lo que realmente hago es
concentrarme para no hacer más el ridículo.
De repente, noto que él me quita la
copa de la mano, soltándola en la mesa que hay junto a nosotros y tira de mi
mano acercándome a él.
-¿Bailamos?
De nuevo, el simple tacto de su mano
me hace temblar y asiento como una tonta sin mediar palabra. Me dejo guiar
hasta la zona despejada del salón, donde se ha improvisado una pista de baile
en la que todos bailan al son de la música. Cuando se para, se gira para
mirarme y vuelvo a perderme en esos ojos azul cielo que comienzan a hacerme
perder a cordura. Me sonríe inocentemente, pegando mi cuerpo al suyo, agarrando
mis caderas. Por impulso, apoyo mis manos sobre sus hombros firmes. Su mirada
me hace temblar más aún, así que bajo la mirada, lo que hace que mi cara quede
pegada a su pecho. Ese olor, huele de maravilla. Cierro los ojos para perderme
un poco en ese olor, es una mezcla entre masculino y fresco.
-One Million- sus palabras me hacen
salir de mi trance y le miro sin entender que ha querido decir-. La colonia que
parece gustarte tanto-ríe levemente, lo que me hace enrojecer al máximo.
Dios mío, nivel de vergüenza llegando al máximo permitido...
-Yo... yo no...- no sé qué decir y
me interrumpe con una carcajada sonora, que le hace vibrar el pecho.
-No pasa nada, Nina- se encoje de
hombros-. Tu cara pensativa es muy sexy, ¿lo sabías?
Su comentario hace que me ponga más
roja aún, y bajo las manos de sus hombros, separándome un poco de él.
-Lo siento...- me separo y camino
hacia el pasillo donde se encuentra la habitación donde suelo dormir cuando me
quedo en el piso de Vicky.
Quiero morirme de la vergüenza. El
chico más sexy que probablemente haya visto jamás, me ha pillado olisqueándole
como si fuese un perrillo. Voy a encerrarme en la habitación hasta que termine
la fiesta y, con un poco de suerte, no lo volveré a ver jamás.
«Tu cara
pensativa es muy sexy», eso es lo que ha dicho después de pillarme
infraganti y, dicho sea de paso, reírse de mí en toda mi cara.
Cuando pongo la mano sobre el pomo
de la puerta de la habitación, vuelvo a escuchar su voz.
-Nina, espera- su tono de voz al
pronunciar mi nombre es firme y autoritario.
-¿Qué quieres?- no quiero mirarle a
la cara, no quiero que vea la vergüenza que ahora mismo debe mostrar mi rostro.
-Mírame - otra vez ese tono.
-¿Para qué, Nico? ¿Para que puedas
volver a reírte de mí?- sigo sin girarme y con la mano aun apoyada en el pomo de
la habitación.
-Yo jamás haría eso, Nina- noto
cierto tono de seriedad y de... ¿sinceridad?
Suelto un suspiro y me giro,
apoyándome en la puerta y, sin saber cómo, consigo el valor suficiente para
mirarlo a los ojos.
-Debes pensar que soy una niñata estúpida,
que no sabe controlar sus impulsos.
¿De dónde ha salido todo ese valor para hablarle mientras le miro
directamente a los ojos?
-Es a mí a quien le cuesta reprimir
los impulsos- alza la mano y me aparta un mechón de la cara, poniéndomelo
detrás de la oreja y, acto seguido, acaricia mi mejilla-. Eres tan bonita...
¿Qué? No me puedo creer lo que están
escuchando mis oídos. Y, mucho menos, lo que están viendo mis ojos. Se inclina
ligeramente sobre mí, nuestros labios están a escasos centímetros e,
increíblemente, consigo mantenerle la mirada cuando, de repente, una voz
chillona y estridente nos interrumpe.
-¡Nico, cariño!- se acerca a
nosotros y él se aparta bruscamente de mí- ¡Llevo un rato buscándote!- la
mirada de la chica, baila entre nosotros dos.
Mierda, la novia.
-Bárbara...- su cara es de
desconcierto-. Pensé que no ibas a venir...
-Al final he terminado los informes
a tiempo y he podido venir antes de que acabe la fiesta- se encoje de hombros-.
Vamos a tomar una copa, nene- le coge la mano y tira de él apremiándole.
Él me mira mientras se aleja por el
pasillo con esa rubia despampanante que cuelga de su brazo. Aprieto los ojos
para evitar que unas lágrimas de vergüenza se escapen de mis ojos y me meto en
la habitación, cerrando la puerta detrás de mí con pestillo y me tiro en la
cama bocarriba lanzando los Manolos lo más lejos que puedo. Cojo la almohada y
me tapo con ella la cara, gritando de frustración.
¿Cómo un tío al que hace escasos
veinte minutos conozco, puede haber provocado todas esas sensaciones en mí?
Pero hay una sensación que sobresale entre todas: DESEO. Lo he deseado tanto
que por un momento, he olvidado que tenía novia e iba a dejarme llevar; hubiera
quebrantado uno de mis mayores principios por él. Deseo que ese beso que ha
estado a punto de darme, se hubiera producido.
«Esto no me puede estar pasando a mí»,
me digo a mi misma en silencio. Lo que faltaba es que me pillaran hablando
sola. De aquí al manicomio, vamos.
El sonido de mi móvil, que había
dejado sobre la cómoda de la habitación, me hace salir de mis pensamientos. Es
un mensaje de Vicky.
¿Dónde
estás? ¿Te has fugado con el morenazo? Cuando acabes de pinchar, vuelve y me
cuentas jajaja
Resoplo. No quiero volver a esa infernal fiesta, así que respondo.
Estoy
en la habitación, SOLA. Creo que bebí de más. Tranquila, una pastilla, unas
cuantas horas de sueño y se me pasa. Pásalo bien.
Evito mencionar al morenazo al que
se refiere mi amiga, no quiero que empiece a bombardearme con preguntas e ideas
de lo que podría hacer con él en esta habitación en lugar de dormir. Ese
pensamiento me hace soltar un suspiro. Tengo que quitármelo de la cabeza.
Voy al baño, me quito la ropa, me
desmaquillo, recojo mi pelo en una coleta cómoda y vuelvo a la habitación,
donde me coloco una camiseta ancha y larga que uso para dormir.
Me vendrá bien dormir. Despejar la
mente. Olvidarme de esos ojos que se han clavado en mi cerebro. Me tiro en la
cama abrazando la almohada y cierro los ojos, suspirando, con la intención de
que un sueño reparador me haga volver a tener un mínimo de uso de razón. Al
cabo de unos minutos, consigo que Morfeo me acoja en su seno y me duermo
profundamente.
Muuuy bueno Mandy, lo i promise que continuare leyendo. Sigue asi cariño
ResponderEliminarCitlally=)
Nina y Nico xD fue genial.... definitivamente esta historia me ha atrapado y mira que es el primer capitulo xD
ResponderEliminarYa casi me enamoro Nico xD
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPrimer capítulo y ya estoy enganchada, voy a por más! !
ResponderEliminarPues me gusta este 1° capítulo...así que voy al 2°, jeje. 😃😃
ResponderEliminarMe alegro muchisimo que te haya gustado!!
EliminarEngancha la historia!! vamos por el capitulo 2!!
ResponderEliminarDespués de tanto tiempo he conseguido sacar tiempo para leerte! Y me saco el sombrero! Me ha encantado! Voy a por el 2°! Enhorabuena Mandy! (Patri Piñeiro)
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