“Willy Wonka, Willy Wonka...” La
música del despertador de mi móvil suena -más bien truena- dentro de mi cabeza.
-Cinco minutos más...- lo susurro y
alargo la mano buscando el teléfono para poner la repetición de la alarma.
-Eso dijiste las últimas tres veces-
oigo una voz gruñona cerca de mí, que no acabo de reconocer-. ¡Vas a conseguir
que odie el chocolate!
Eso me hace abrir los ojos de par en
par, sin querer moverme demasiado. En realidad, aunque hubiera querido moverme,
no habría podido. Me dolía la cabeza de la enorme resaca que comenzaba a hacer
estragos, pero también me dolía prácticamente todo el cuerpo. Cuando consigo
enfocar la vista, veo que... ¡No estoy en mi cama!
Eso me hace pegar un salto brutal de
la cama y buscar a quien le pertenece esa voz que he escuchado. Menos mal que
estoy vestida, eso es señal de que no he cometido ninguna locura; al menos no
del todo, porque dormir en la cama de un desconocido no es de estar demasiado
cuerda. Y entonces, lo veo... Recostado en un diván, con su cuerpo escultural
cubierto tan sólo por unos bóxers negros bien ceñidos. Su cuerpo está muy bien
torneado, hombros fuertes, pectorales perfectos, esa tabletita de chocolate...
¿Qué coño hago yo en la cama de Nicolás Navarro?
-¿Nico?- pregunto, cayéndome de culo
en la cama de la impresión.
Él se incorpora, sentándose en el
diván, mirando hacia mí, apoyando los codos en las rodillas y frotándose la
cara y el pelo para despejarse. Ese movimiento hace que se despeine y está
mucho más sexy.
-Buenos días, preciosa- la sonrisa
de medio lado que hace que se le forme el hoyuelo en el lado izquierdo, me
provoca un escalofrío que me recorre todo el cuerpo.
¿Cómo es posible que este tío me provoque todas estas
sensaciones con solo mirarme? Ni siquiera está cerca de mí y siento un deseo
irrefrenable de arrancarle la única prenda de ropa que le queda puesta sobre su
perfecto cuerpo y devorarle... ¡Dios! ¿Eso que veo es una erección matutina o
el iceberg que hizo hundirse al Titanic?
-¿Te gusta lo que ves?- su risa
burlona llega hasta mis oídos y hace que aparte la vista.
¡Qué vergüenza más grande! ¿Qué va a
pensar éste tío de mí? El otro día me pilló olisqueándole cual perrilla en celo
y hoy me ha pillado prácticamente babeando por su enorme paquete. Va a pensar
que soy una súper salida, falta de sexo y que se muere por echarle el guante al
primero que se le pone por delante. Y, bueno, últimamente no estaba muy sobrada
de sexo, y es verdad que aquella imagen que tenía frente a mí, invitaba a
querer echarle el guante, pero... Yo no soy así, yo no les meto mano a desconocidos.
Aunque, según parece, sí que duermo en la cama de esos desconocidos.
-¿Puedo preguntarte qué hago yo
aquí?- intento dejar de estar nerviosa-.
-Me duele esa pregunta, preciosa- se
ríe y se levanta, rascándose la cabeza-. Normalmente, cuando una mujer pasa la
noche en mi cama, suele recordarlo.
¡Será engreído!
-Sé que no nos hemos acostado,
chaval, porque llevo toda la ropa puesta...- pongo los ojos en blanco
intentando recordar-. Así que, ¿podrías decirme qué cojones hago aquí?
-Chica, que mal despertar tienes- se
acerca despacio a mí y levanto la vista para poder mirarle a los ojos. No sé si
es el dolor de cabeza por la resaca, pero consigo mirarle a esos ojos azules
sin apenas ponerme nerviosa-. Anoche nos encontramos en la puerta de un pub cuando
ibas a buscar un taxi para volver a casa. Me ofrecí a llevarte en mi coche
pero, nada más caer en el asiento, te dormiste, y no sé dónde vives, así
que...- se encoje de hombros.
Ahora me venían flashes de anoche.
Había pasado el día con David y Vicky. Bebimos mucho vino en la comida, bebimos
muchas cervezas en la sobremesa, a lo que siguió una serie de cubatas en un pub
cerca de casa de mis amigos. Cuando llegó Toni, el novio de Vicky, y se puso a
ponerse al día con su cuñado, yo me retiré. Claro, él debió llegar con Toni y,
al verme marchar, me siguió.
-Por cierto- sigue con sus
explicaciones-, te mueves demasiado cuando duermes, no sé si a causa de la
borrachera o qué, pero al final has conseguido echarme de la cama.
-Qué vergüenza...-escondo la cara
entre las manos para que no vea lo roja que me estoy poniendo.
También comienzo a recordar parte de
la conversación que tuvimos y eso me hace enrojecer más aún. Recuerdo haberle
llamado Nicolás “el caliente” y una serie de apelativos semejantes, haciendo referencia
a ese cuerpecito que Dios le ha dado. Por lo visto, el alcohol, aparte de grifo
de las lágrimas, me suelta la lengua en los momentos menos apropiados.
-Lo siento, lo siento- me levanto de
la cama de un salto, sin darme cuenta de que él se ha acercado demasiado y me
choco contra su pecho-. Lo siento...
-No lo sientas, preciosa- pone sus
manos firmes en mis brazos y la electricidad vuelve a pasar por todo mi cuerpo,
lo que hace que me aparte de forma algo brusca, y eso le hace fruncir el ceño.
-No debería estar aquí... A tu novia
no le hará ninguna gracia que duerman otras en tu cama- busco mi bolso y, como
una loca, busco en la inmensidad de su interior el maldito teléfono-. ¡Joder!
-¿Qué pasa?
-¡Voy a llegar tarde a trabajar!- resoplo
y busco mis zapatos por el suelo.
Cuando los localizo, me agacho a por
ellos y, al ponérmelos, entre los nervios y el mareo por el dolor de cabeza,
acabo perdiendo el equilibrio y me encuentro rodeada de sus fuertes brazos, los
cuales evitan que me caiga de bruces al suelo.
-Cuidado, preciosa- me susurra con
cierta dulzura.
Pongo mala cara y me separo dándole
un ligero empujón.
-Tengo un nombre, ¿sabes?- ¿qué
confianzas son esas de ponerme un mote cariñoso? Eso sólo se lo permito a
David.
-Cierto, y es un nombre precioso,
como su dueña. Nina- al escucharlo pronunciar mi nombre, algo se me revuelve
dentro.
-Mira...- digo medio nerviosa-. Muchas
gracias por eso de no dejar que me violara un taxista aprovechándose de mi
estado de semi-inconsciencia etílica, pero, de verdad que llego tarde y aún
tengo que pasar por casa a ducharme y cambiarme- comienzo a dirigirme hacia la
puerta.
-Espera, Nina- su voz hace que me
pare en seco y me gire para mirarlo-. Deja que te lleve yo, a esta hora te
costará encontrar un taxi.
-No tienes que molestarte, de
verdad...
-No es molestia, pre... Nina.
Se ríe y se mete en el vestidor. Sale
a los dos minutos vestido con unos Levi's oscuros, unas Vans blancas y un polo
Ralph Lauren a juego con las zapatillas. En una mano lleva el móvil y en la
otra las llaves de un coche... ¿Un Porsche? Si tenía alguna duda hasta ahora,
me la acaba de aclarar: este tío está podrido de dinero. A mí nunca me han
gustado los ricachones, porque normalmente van de sobrados y arrasando con lo
que sea para conseguir todo lo que
quieran. Y ése era uno de los motivos por los que no podía gustarme Nicolás
Navarro, él era uno de ellos.
-Ya estoy- su voz me saca de mis
pensamientos-. ¿Vamos?
-Vale- apenas me sale la voz.
Me hace una señal, dirigiéndose a la
puerta de la habitación y la abre, permitiéndome salir a mí antes. Cuando
salgo, me encuentro con un ático muy parecido al de los padres de Vicky, aunque
algo más pequeño. Un corto pasillo con una habitación más, da a un amplio salón
comedor, tiene una cristalera enorme que da paso a la terraza descubierta,
desde la que se ve toda la ciudad. Junto a la puerta, una enorme cocina
abierta, separada del salón por una barra americana, con una inmensa isla en el
centro.
-Bo... Bonito piso- balbuceo. Nina,
te voy a dar dos hostias como no empieces a dejar de babear por Mr. Engreído.
-Lo sé, gracias- vuelve a reír
poniendo su mano en la espalda acompañándome a través de la puerta de la
entrada.
Será creído... Pero qué guapo es...
Bajamos los quince pisos en el más
absoluto silencio. Yo no quería hablar, y mucho menos quería que él hablara,
porque el simple sonido de su voz hace que la corriente eléctrica pase por mi
cuerpo dirigiéndose en su mayor parte a mi sexo. ¡Joder! Será un engreído,
estúpido y seguramente un rompecorazones, pero tenía unas ganas tremendas de
que me cogiera en sus fuertes brazos y me empotrara contra la pared del
ascensor. Dios, qué calor...
Llegamos al parking y veo que las
luces que se encienden al pulsar el botón de las llaves del coche; son las
luces de un Porsche Cayenne negro, reluciente.
-Virgen...- abro la boca pasmada.
Amo ese coche.
Él se ríe por lo bajo y me invita a
montarme en esa maravilla de coche por la puerta del copiloto. Cuando se monta,
le digo la dirección de mi casa sin dejar de babear por la maquina donde voy
subida; mientras, él serpentea por el tráfico de la ciudad, ya intenso, a las
siete y media de la mañana. Menos mal que no estamos lejos de casa y el colegio
está bastante cerca de allí, apenas diez minutos andando. Si corro mucho y
apenas me seco el pelo, me daría tiempo a llegar justo para las ocho y media
que empiezo a trabajar.
-No tengo novia...- interrumpe mis
pensamientos.
-¿Qué?- le miro sin entender a qué
viene esa afirmación.
-Antes dijiste que a mi novia no le
haría gracia que otras durmieran en mi cama. Pero no tengo novia.
-Pero... El otro día en la
fiesta...- no atino a terminar una frase con sólo pensar en todas las
sensaciones que tuve esa noche-. La rubia...
Sí, esa rubia que había evitado que
nos besáramos llegando en el último instante y que lo había prácticamente
arrancado de mi lado, ¿no era su novia?
De repente, suelta una enorme
carcajada que hace que se le salten las lágrimas, lo que a mí me hace enfadar.
-¿Se puede saber de qué coño te
ríes?
-No te caracterizas por ser bien
hablada, desde luego. Espero que a tus alumnos no les enseñes a decir tantas
palabrotas- pongo mala cara-. Bárbara es mi hermana.
-¿Tu hermana?- abro los ojos como
platos.
-Sí, sordita, mi hermana- me mira de
reojo mientras conduce.
-Pensé que era tu novia- no sé por qué
pero me sonrojo por las miradas que me está echando.
-Pensaste mal, Nina- ahí está esa
sonrisa que hace que ciertas partes de mi cuerpo hagan palmas.
-Ahh...
Me quedo sin palabras, no sé qué más
decir. De repente, se me olvida que es un rico engreído y pagado de sí mismo,
ahora sólo pienso que todo eso lo podría pasar por alto, porque lo que
realmente me había hecho pensar que tenía que alejarme de él era el hecho de
que estaba segura de que tenía novia. Pero ahora sabía que no. Seguía siendo un
creído, pero... No, Nina, no. Deja que te lleve a casa, olvídate del tema y
sigue con tu vida, lo más lejos posible de este rompe bragas.
-Hemos llegado a su destino,
Señorita Aguilar.
De pronto, me doy cuenta de que me
ha abierto mi puerta para que salga. Ni siquiera me había fijado que habíamos
llegado a mi casa y que él se había bajado del coche.
-Eh...gracias- me bajo del coche y
lo miro sonriendo.
-Te espero y te llevo al trabajo.
-No, no...- me apresuro a decir-. Está
aquí al lado, a diez minutos andando, con éste tráfico tardaríamos más en
coche.
-Bueno...- se acerca, poniéndome una
mano sobre el hombro y se inclina, besándome en la mejilla-. Ha sido un placer,
Nina. Espero que nos podamos ver pronto.
-Sí, claro.
A lo mejor otro día que te dediques a perseguirme por los pubs de nuevo…
-Te llamaré- me sonríe de nuevo y se
separa dejando que me aleje.
-Vale.
Y, sin más, me alejo del coche
entrando después en mi portal, no sin antes echarle un último vistazo a ese
hombre que me está haciendo perder la cordura poco a poco.
“Vamos, Nina. Tienes que espabilar o
llegarás tarde” y ese pensamiento me hace saltar como un resorte y subirlas
escaleras al primer piso donde vivía, para ducharme, peinarme y arreglarme de
forma medianamente decente, para a las ocho y veinte minutos llegar a mi clase
donde, al cabo de dos minutos, empiezan a llegar mis alumnos. Mis niños.
jajajaja estuvo bien pasado lo de el Titanic xD jajajaja
ResponderEliminarfue genial este capítulo Mandy :D sigue así ñ.ñ
Me está gustando muchoooo!!!
ResponderEliminarMe encanta vuestro entusiasmo, es lo que me anima a seguir adelante en esta locura. Gracias
ResponderEliminarSi es engreído Nico, pero jope que bueno esta.. al menos lo describes muy bien Jajaja
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