martes, 11 de febrero de 2014

Capítulo 3


            “Willy Wonka, Willy Wonka...” La música del despertador de mi móvil suena -más bien truena- dentro de mi cabeza.

            -Cinco minutos más...- lo susurro y alargo la mano buscando el teléfono para poner la repetición de la alarma.

            -Eso dijiste las últimas tres veces- oigo una voz gruñona cerca de mí, que no acabo de reconocer-. ¡Vas a conseguir que odie el chocolate!

            Eso me hace abrir los ojos de par en par, sin querer moverme demasiado. En realidad, aunque hubiera querido moverme, no habría podido. Me dolía la cabeza de la enorme resaca que comenzaba a hacer estragos, pero también me dolía prácticamente todo el cuerpo. Cuando consigo enfocar la vista, veo que... ¡No estoy en mi cama!

            Eso me hace pegar un salto brutal de la cama y buscar a quien le pertenece esa voz que he escuchado. Menos mal que estoy vestida, eso es señal de que no he cometido ninguna locura; al menos no del todo, porque dormir en la cama de un desconocido no es de estar demasiado cuerda. Y entonces, lo veo... Recostado en un diván, con su cuerpo escultural cubierto tan sólo por unos bóxers negros bien ceñidos. Su cuerpo está muy bien torneado, hombros fuertes, pectorales perfectos, esa tabletita de chocolate... ¿Qué coño hago yo en la cama de Nicolás Navarro?

            -¿Nico?- pregunto, cayéndome de culo en la cama de la impresión.

            Él se incorpora, sentándose en el diván, mirando hacia mí, apoyando los codos en las rodillas y frotándose la cara y el pelo para despejarse. Ese movimiento hace que se despeine y está mucho más sexy.

            -Buenos días, preciosa- la sonrisa de medio lado que hace que se le forme el hoyuelo en el lado izquierdo, me provoca un escalofrío que me recorre todo el cuerpo.

            ¿Cómo es  posible que este tío me provoque todas estas sensaciones con solo mirarme? Ni siquiera está cerca de mí y siento un deseo irrefrenable de arrancarle la única prenda de ropa que le queda puesta sobre su perfecto cuerpo y devorarle... ¡Dios! ¿Eso que veo es una erección matutina o el iceberg que hizo hundirse al Titanic?

            -¿Te gusta lo que ves?- su risa burlona llega hasta mis oídos y hace que aparte la vista.

            ¡Qué vergüenza más grande! ¿Qué va a pensar éste tío de mí? El otro día me pilló olisqueándole cual perrilla en celo y hoy me ha pillado prácticamente babeando por su enorme paquete. Va a pensar que soy una súper salida, falta de sexo y que se muere por echarle el guante al primero que se le pone por delante. Y, bueno, últimamente no estaba muy sobrada de sexo, y es verdad que aquella imagen que tenía frente a mí, invitaba a querer echarle el guante, pero... Yo no soy así, yo no les meto mano a desconocidos. Aunque, según parece, sí que duermo en la cama de esos desconocidos.

            -¿Puedo preguntarte qué hago yo aquí?- intento dejar de estar nerviosa-.

            -Me duele esa pregunta, preciosa- se ríe y se levanta, rascándose la cabeza-. Normalmente, cuando una mujer pasa la noche en mi cama, suele recordarlo.

            ¡Será engreído!

            -Sé que no nos hemos acostado, chaval, porque llevo toda la ropa puesta...- pongo los ojos en blanco intentando recordar-. Así que, ¿podrías decirme qué cojones hago aquí?

            -Chica, que mal despertar tienes- se acerca despacio a mí y levanto la vista para poder mirarle a los ojos. No sé si es el dolor de cabeza por la resaca, pero consigo mirarle a esos ojos azules sin apenas ponerme nerviosa-. Anoche nos encontramos en la puerta de un pub cuando ibas a buscar un taxi para volver a casa. Me ofrecí a llevarte en mi coche pero, nada más caer en el asiento, te dormiste, y no sé dónde vives, así que...- se encoje de hombros.

            Ahora me venían flashes de anoche. Había pasado el día con David y Vicky. Bebimos mucho vino en la comida, bebimos muchas cervezas en la sobremesa, a lo que siguió una serie de cubatas en un pub cerca de casa de mis amigos. Cuando llegó Toni, el novio de Vicky, y se puso a ponerse al día con su cuñado, yo me retiré. Claro, él debió llegar con Toni y, al verme marchar, me siguió.

            -Por cierto- sigue con sus explicaciones-, te mueves demasiado cuando duermes, no sé si a causa de la borrachera o qué, pero al final has conseguido echarme de la cama.

            -Qué vergüenza...-escondo la cara entre las manos para que no vea lo roja que me estoy poniendo.

            También comienzo a recordar parte de la conversación que tuvimos y eso me hace enrojecer más aún. Recuerdo haberle llamado Nicolás “el caliente” y una serie de apelativos semejantes, haciendo referencia a ese cuerpecito que Dios le ha dado. Por lo visto, el alcohol, aparte de grifo de las lágrimas, me suelta la lengua en los momentos menos apropiados.

            -Lo siento, lo siento- me levanto de la cama de un salto, sin darme cuenta de que él se ha acercado demasiado y me choco contra su pecho-. Lo siento...

            -No lo sientas, preciosa- pone sus manos firmes en mis brazos y la electricidad vuelve a pasar por todo mi cuerpo, lo que hace que me aparte de forma algo brusca, y eso le hace fruncir el ceño.

            -No debería estar aquí... A tu novia no le hará ninguna gracia que duerman otras en tu cama- busco mi bolso y, como una loca, busco en la inmensidad de su interior el maldito teléfono-. ¡Joder!

            -¿Qué pasa?

            -¡Voy a llegar tarde a trabajar!- resoplo y busco mis zapatos por el suelo.

            Cuando los localizo, me agacho a por ellos y, al ponérmelos, entre los nervios y el mareo por el dolor de cabeza, acabo perdiendo el equilibrio y me encuentro rodeada de sus fuertes brazos, los cuales evitan que me caiga de bruces al suelo.

            -Cuidado, preciosa- me susurra con cierta dulzura.

            Pongo mala cara y me separo dándole un ligero empujón.

            -Tengo un nombre, ¿sabes?- ¿qué confianzas son esas de ponerme un mote cariñoso? Eso sólo se lo permito a David.

            -Cierto, y es un nombre precioso, como su dueña. Nina- al escucharlo pronunciar mi nombre, algo se me revuelve dentro.

            -Mira...- digo medio nerviosa-. Muchas gracias por eso de no dejar que me violara un taxista aprovechándose de mi estado de semi-inconsciencia etílica, pero, de verdad que llego tarde y aún tengo que pasar por casa a ducharme y cambiarme- comienzo a dirigirme hacia la puerta.

            -Espera, Nina- su voz hace que me pare en seco y me gire para mirarlo-. Deja que te lleve yo, a esta hora te costará encontrar un taxi.

            -No tienes que molestarte, de verdad...

            -No es molestia, pre... Nina.

            Se ríe y se mete en el vestidor. Sale a los dos minutos vestido con unos Levi's oscuros, unas Vans blancas y un polo Ralph Lauren a juego con las zapatillas. En una mano lleva el móvil y en la otra las llaves de un coche... ¿Un Porsche? Si tenía alguna duda hasta ahora, me la acaba de aclarar: este tío está podrido de dinero. A mí nunca me han gustado los ricachones, porque normalmente van de sobrados y arrasando con lo que sea  para conseguir todo lo que quieran. Y ése era uno de los motivos por los que no podía gustarme Nicolás Navarro, él era uno de ellos.

            -Ya estoy- su voz me saca de mis pensamientos-. ¿Vamos?

            -Vale- apenas me sale la voz.

            Me hace una señal, dirigiéndose a la puerta de la habitación y la abre, permitiéndome salir a mí antes. Cuando salgo, me encuentro con un ático muy parecido al de los padres de Vicky, aunque algo más pequeño. Un corto pasillo con una habitación más, da a un amplio salón comedor, tiene una cristalera enorme que da paso a la terraza descubierta, desde la que se ve toda la ciudad. Junto a la puerta, una enorme cocina abierta, separada del salón por una barra americana, con una inmensa isla en el centro.

            -Bo... Bonito piso- balbuceo. Nina, te voy a dar dos hostias como no empieces a dejar de babear por Mr. Engreído.

            -Lo sé, gracias- vuelve a reír poniendo su mano en la espalda acompañándome a través de la puerta de la entrada.

            Será creído... Pero qué guapo es...

            Bajamos los quince pisos en el más absoluto silencio. Yo no quería hablar, y mucho menos quería que él hablara, porque el simple sonido de su voz hace que la corriente eléctrica pase por mi cuerpo dirigiéndose en su mayor parte a mi sexo. ¡Joder! Será un engreído, estúpido y seguramente un rompecorazones, pero tenía unas ganas tremendas de que me cogiera en sus fuertes brazos y me empotrara contra la pared del ascensor. Dios, qué calor...

            Llegamos al parking y veo que las luces que se encienden al pulsar el botón de las llaves del coche; son las luces de un Porsche Cayenne negro, reluciente.

            -Virgen...- abro la boca pasmada. Amo ese coche.

            Él se ríe por lo bajo y me invita a montarme en esa maravilla de coche por la puerta del copiloto. Cuando se monta, le digo la dirección de mi casa sin dejar de babear por la maquina donde voy subida; mientras, él serpentea por el tráfico de la ciudad, ya intenso, a las siete y media de la mañana. Menos mal que no estamos lejos de casa y el colegio está bastante cerca de allí, apenas diez minutos andando. Si corro mucho y apenas me seco el pelo, me daría tiempo a llegar justo para las ocho y media que empiezo a trabajar.

            -No tengo novia...- interrumpe mis pensamientos.

            -¿Qué?- le miro sin entender a qué viene esa afirmación.

            -Antes dijiste que a mi novia no le haría gracia que otras durmieran en mi cama. Pero no tengo novia.

            -Pero... El otro día en la fiesta...- no atino a terminar una frase con sólo pensar en todas las sensaciones que tuve esa noche-. La rubia...

            Sí, esa rubia que había evitado que nos besáramos llegando en el último instante y que lo había prácticamente arrancado de mi lado, ¿no era su novia?

            De repente, suelta una enorme carcajada que hace que se le salten las lágrimas, lo que a mí me hace enfadar.

            -¿Se puede saber de qué coño te ríes?

            -No te caracterizas por ser bien hablada, desde luego. Espero que a tus alumnos no les enseñes a decir tantas palabrotas- pongo mala cara-. Bárbara es mi hermana.

            -¿Tu hermana?- abro los ojos como platos.

            -Sí, sordita, mi hermana- me mira de reojo mientras conduce.

            -Pensé que era tu novia- no sé por qué pero me sonrojo por las miradas que me está echando.

            -Pensaste mal, Nina- ahí está esa sonrisa que hace que ciertas partes de mi cuerpo hagan palmas.

            -Ahh...

            Me quedo sin palabras, no sé qué más decir. De repente, se me olvida que es un rico engreído y pagado de sí mismo, ahora sólo pienso que todo eso lo podría pasar por alto, porque lo que realmente me había hecho pensar que tenía que alejarme de él era el hecho de que estaba segura de que tenía novia. Pero ahora sabía que no. Seguía siendo un creído, pero... No, Nina, no. Deja que te lleve a casa, olvídate del tema y sigue con tu vida, lo más lejos posible de este rompe bragas.

            -Hemos llegado a su destino, Señorita Aguilar.

            De pronto, me doy cuenta de que me ha abierto mi puerta para que salga. Ni siquiera me había fijado que habíamos llegado a mi casa y que él se había bajado del coche.

            -Eh...gracias- me bajo del coche y lo miro sonriendo.

            -Te espero y te llevo al trabajo.

            -No, no...- me apresuro a decir-. Está aquí al lado, a diez minutos andando, con éste tráfico tardaríamos más en coche.

            -Bueno...- se acerca, poniéndome una mano sobre el hombro y se inclina, besándome en la mejilla-. Ha sido un placer, Nina. Espero que nos podamos ver pronto.

            -Sí, claro.

A lo mejor otro día que te dediques a perseguirme por los pubs de nuevo…

            -Te llamaré- me sonríe de nuevo y se separa dejando que me aleje.

            -Vale.

            Y, sin más, me alejo del coche entrando después en mi portal, no sin antes echarle un último vistazo a ese hombre que me está haciendo perder la cordura poco a poco.

            “Vamos, Nina. Tienes que espabilar o llegarás tarde” y ese pensamiento me hace saltar como un resorte y subirlas escaleras al primer piso donde vivía, para ducharme, peinarme y arreglarme de forma medianamente decente, para a las ocho y veinte minutos llegar a mi clase donde, al cabo de dos minutos, empiezan a llegar mis alumnos. Mis niños.

4 comentarios:

  1. jajajaja estuvo bien pasado lo de el Titanic xD jajajaja
    fue genial este capítulo Mandy :D sigue así ñ.ñ

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  2. Me encanta vuestro entusiasmo, es lo que me anima a seguir adelante en esta locura. Gracias

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  3. Si es engreído Nico, pero jope que bueno esta.. al menos lo describes muy bien Jajaja

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