lunes, 10 de febrero de 2014

Capítulo 2


            De repente, algo me despierta; lucho por mantener los ojos cerrados, necesito dormir un poco más. Pero ahí está otra vez... ¡Es el sonido del puñetero móvil! Me tapo la cara con la almohada, dispuesta a hacer caso omiso a ese dichoso aparato infernal que osa perturbar mis dulces sueños; no pienso cogerle a nadie ahora mismo. En el fondo, la culpa es mía. Antes de dormir, tendría que acostumbrarme a apagarlo o al menos a quitarle el sonido. Por fin, deja de sonar y respiro aliviada, volviéndome a acomodar en la cama, para seguir soñando con fuera lo que fuese que estaba soñando antes de que me despertaran, un domingo a las.... Miro, con los ojos entrecerrados, y alcanzo a ver una fina luz que entra por la ventana de la que, otra de mis manías, no he cerrado la persiana. Deben ser casi las doce de la mañana, pero es domingo, anoche no pude descansar bien por la dichosa fiestecita de Vicky y no pienso menear el culo de la cama hasta que por lo menos sea la hora de echarse la siesta en el sofá. Así que, vuelvo a cerrar los ojos y cuando por fin me relajo de nuevo para estar a punto de dormirme, Move like Jagger de Maroon 5 comienza a sonar de nuevo. Resoplo, levantándome de la cama hecha una furia, y gruño al coger el puñetero teléfono.

            -¡¿Qué?!- al otro lado de la línea, se escucha una risa.

            -Fea, veo que te has levantado de mal humor hoy.

            Al escuchar aquella voz, que había echado tanto de menos, inevitablemente se me quita el mal humor y me sale una sonrisa.

            -¿Feo?

            -Sí, hija, sí. ¿Ya te habías olvidado de cómo sonaba mi voz?

            -No, no, no...- apresuro a decir- ¿Cómo estás?

            -¿Eso es lo único que se te ocurre preguntarme después de dos meses sin hablar?- lo dice intentando parecer molesto, cuando en realidad se le nota que está intentando aguantar la risa.

            -Mira David, es domingo. Anoche, tu querida hermana montó una de sus fiestas y aún no me ha dado tiempo a quitarme las legañas de los ojos, así que no me toques la moral desde tan temprano- se ríe a carcajadas.

            -Sé que mi querida hermana montó una megafiesta anoche- dice intentando contenerse aún la risa.

            -Que listillo me ha salido el niño- me tiro de nuevo en la cama. ¿Hemos salido en los periódicos o qué?

            -No. Resulta que, después de dos meses, he llegado a casa y me la he encontrado hecha unos zorros.

            -¿Cómo?- parecía que a la cama se le hubiera salido un muelle y me hubiera dado en el culo porque, del salto que pego, me doy un golpe contra la mesilla de noche-. ¡Joder!

            -Sí, sí...-prosigue su discurso-. Y encima, intento entrar en mi habitación y me la encuentro cerrada con pestillo y, parece ser que la personilla que me ha usurpado la cama, también pretende destrozarme el mobiliario.

            Conforme dice las últimas palabras, yo ya he llegado a la puerta de la habitación, cojeando, claro. Al abrir, me encuentro con él, David. Rubio, alto, ojos verdes... Un chico con el que toda chica que tan sólo lo haya visto una vez, ha fantaseado (y me refiero a fantasías tórridas, por supuesto). Incluso yo, en algún momento de estos seis años que lo conozco, he llegado a tenerlas, incluso a cumplirlas. Una sola vez. Las hormonas a veces juegan malas pasadas. Pero no, David es como mi hermano. Me ha cuidado, me ha consolado, nos hemos emborrachado y hemos ahogado penas juntos un millón de veces. Lloré muchísimo cuando su padre lo mandó a Galicia a montar una sucursal de su empresa, pero...

            -¿Qué coño haces aquí, feo?- le miro aun con la puerta agarrada, con los ojos abiertos como platos y con el móvil en la oreja.

            -Eehhmm... ¿No crees que debería ser yo el que hiciera esa pregunta?- dice, señalando detrás de mí, mientras cuelga el teléfono y se lo mete en el bolsillo-. Esa en la que has dormido plácidamente, es mi cama. Si no recuerdo mal.

            -Oh, joder- me abalanzo sobre él, abrazándolo-. ¡Te he echado de menos!

            Se ríe de nuevo, devolviéndome el abrazo mientras me levanta dos palmos del suelo y me enrosco en su cintura con las piernas. Le lleno la cara de besos, riéndome con él. Hacía un año que no lo veía y casi dos meses que no hablaba con él.

            -Y yo a ti, monilla- bromea por mi forma de encaramarme a él y me suelta en el suelo-. Veo que también has usurpado mi armario- me mira de arriba a abajo, viendo que llevo puesta una de sus camisetas de baloncesto.

            -Tonto...

            Le doy un golpecito en el hombro. Entonces me doy cuenta que tan solo llevo una camiseta que apenas me tapa poco más del culo, y corro al baño donde dejé mis vaqueros el día anterior.

            -Que no me voy a asustar, no es la primera vez que te veo en paños menores- me grita desde la habitación.

            -¡Calla!

            Y es verdad. Hemos dormido juntos infinidad de veces, al terminar esas fiestas infinitas de nuestra querida Vicky, y para dormir siempre he usado alguna camiseta como la que llevo ahora. ¿Por qué ahora me ha dado vergüenza?

            Salgo a la habitación y me lo encuentro tumbado en su cama, bocarriba, con las manos debajo de la cabeza y las piernas cruzadas por los tobillos, poniendo cara de no haber roto un plato en su vida. Me voy recogiendo el pelo que se me ha salido de la cola mientras me acerco a la cama, y después le miro con los brazos en jarra.

            -Muchachote, ¿me vas a explicar qué te trae por estos lares?

            Saca una mano de debajo de su cabeza y la extiende hacia mí, agarrando el filo de su camiseta, la que yo llevo puesta.

            -Pues resulta que la agencia de Coruña va viento en popa y ya no hace falta que esté yo allí vigilando al personal.

Me sale una sonrisa enorme.

            -Quiere decir eso, que...

            -Sí, feita. ¡Me vuelvo a Madrid!- tira de la camiseta y hace que me siente junto a él, incorporándose un poco sobre el cabecero de la cama.

            -¿Enserio?- vuelvo a abrazarlo con mucha fuerza, casi aplastándolo.

            -Yo también te he echado mucho de menos- susurra en mi oído y  acaricia mi espalda. Me da un escalofrío.

            Se separa un poco para poder mirarme a los ojos, acaricia una de mis mejillas, da un ligero beso en la contraria y ese gesto me recuerda a la última vez que lo vi. Vicky había montado, como siempre, una megafiesta para despedirse de su hermano mayor. Nos habíamos emborrachado, estábamos los dos abrazados en su cama y yo lloraba a moco tendido porque no quería que se fuera. Y, de repente, una caricia por aquí, un beso inocente por allá... Y acabé cumpliendo una de esas truculentas fantasías que toda mujer había tenido con aquel hombre. A la mañana siguiente, hicimos como si no hubiera pasado nada y, desde entonces, no lo había vuelto a ver. Sé que fue algo que quizás no debió pasar, éramos demasiado amigos para que eso pudiera funcionar alguna vez. Pero nunca me arrepentí de ello.

            Y allí estábamos, de nuevo, en la misma tesitura que aquella última vez. Pero no, esta vez no podía volver a pasar; así que, con cuidado, me aparto de él, acomodándome a su lado, pegando la espalda al cabecero, mirándolo de lado y cogiendo su mano muy sonriente. Porque, en el fondo, estaba súper feliz de volver a tenerlo cerca, aunque ya supiera que lo quiero como a mi propio hermano.

            -¿Tan malo fue?- en su voz noto un tono medio burlón.

            -David...-no sé qué decir.

            El sexo fue... ¡Increíble! En mi poca experiencia en el tema, él había sido con creces el mejor polvo de mi vida (mejor dicho... los mejores polvos de mi vida. Porque no sólo fue uno). Y eso que llevábamos unas cuantas copas de más y mi cara parecía un mapa de carreteras por las lágrimas que estaba derramando (el exceso de alcohol siempre me soltaba el grifo) y que, probablemente a ningún hombre le ponga burro que una mujer le babee, berree y moquee mientras están follando. A pesar de todo aquello, mi última noche con David había sido perfecta.

            Habíamos follado durante horas, devorándonos el uno al otro como si no hubiera un mañana. Aunque, en nuestro caso, sabíamos que no iba a haber un mañana. Él se marchaba al día siguiente y no había nada más que hacer. No habíamos hecho el amor, porque estaba claro que no era amor lo que sentíamos en aquel momento. Aunque hubo un tiempo en el que pensé que sí estaba enamorada de él. Pero me había tocado con respeto, besando cada parte de mi cuerpo, queriendo consolarme. Me decía una y otra vez “No llores, volveré pronto”. Pero no volvió pronto. Había tardado un año en volver. Y en ese tiempo, tanto él como yo habíamos seguido adelante, con la promesa de que lo ocurrido aquella noche quedaría en aquella noche y sólo entre nosotros dos.

            Nos recostamos sobre el cabecero de la cama y durante un rato nos miramos en silencio. Sé que no le hace falta decir con palabras lo que está pensando; sé que está pensando en cada detalle de aquella noche, exactamente igual que estoy haciendo yo.

            De un salto, se levanta de la cama y me mira muy sonriente.

            -Arréglate, voy a despertar a mi hermana y vamos a pasar el día por ahí- me coge de un brazo, tirando de mí hacia el baño, y me da un cachete en el culo antes de salir de su habitación dando saltitos, contento como un niño pequeño el día de reyes.

 

            Y así empezó mi día del domingo, en el que, como siempre que nos juntábamos los tres mosqueteros -como nos llamaba su madre-, bebimos y comimos en exceso. Nos reímos contándonos anécdotas chorras que nos habían pasado en este año. Nos seguimos riendo hasta que se nos saltaron las lágrimas recordando viejas hazañas en las que nos habíamos visto envueltos por alguna de esas borracheras tontas que nos habíamos pillado un millar de veces. Estaba segura de que al día siguiente tendría una resaca de campeonato, pero no me importaba. Estaba celebrando la vuelta de mi mejor amigo, porque por mucho que hubiera pasado entre nosotros, David seguía siendo mi mejor amigo, mi confidente, mi bastón desde que llegué a esta ciudad hace ocho años. En definitiva, todos estábamos disfrutando de una amistad que, a pesar de que no era de esas de la infancia, la sentía como si fuera de toda la vida.

10 comentarios:

  1. Muuuy bueno, para cuando el proximo??????hoy podria ser un buen momento.... eata bien pss ewperare, pero me avisas =)

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  2. Enserio esta historia ya me dio mucho... es el segundo capitulo y ya quiero saber todo Dx... estoy desesperada :3....
    Es genial Mandy ñ.ñ
    Ahora llego otro más... David O_O
    Ya quiero amar a uno Mandy :3

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  3. Muy bueno Mandy. Estoy superenganchada a la historia.Voy a por el tercer capitulo ya!! =)

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  4. Me caigo de sueño pero aqui estoy leyendo como una campeona....lo prometido es deuda.jeje

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    1. Muchas gracias comadre. Espero que te esté gustando!!

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  5. Pero que tengo una comida familiar a las 2 y no voy a llegar Marina! !

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    1. Me alegro que te haya gustado Eva!! Siento haberte entretenido jeje

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  6. Y sigue enganchando cada vez más,,, David promete!!! jijiji

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