Cuando llego a casa, ya son las cuatro de la tarde. La
resaca ha provocado que éste haya sido uno de los días de trabajo más largos de
mi vida. Enciendo el aire acondicionado, me tiro en el sofá espatarrada,
quitándome los zapatos, y pongo los pies encima de éste. Acto seguido, con el
brazo puesto sobre la cabeza, hago la promesa que todo resacoso hace varias
veces en su existencia.
-No voy a volver a beber- digo con
voz quejumbrosa.
Con la mano libre, cojo el mando de
la tele, la enciendo y hago zapping. Decido dejar puesta una de mis series favoritas:
The Big Bang Theory. Sí, soy una friki,
y sí, adoro al Dr. Sheldon Cooper. Son capítulos repetidos, pero lo más seguro
es que caiga dormida en menos tiempo del que Sheldon tarda en llamar a la
puerta de Penny. Cuando me acomodo en mi huequecito, alguien llama al portero.
Resoplando, me levanto y cojo el telefonillo con desgana.
-¿Quién es?- intento sonar
simpática.
-El del cableeee...
Pongo los ojos en blanco al
reconocer la voz de David y, sin decir nada más, le abro el portal, dejo la
puerta de casa entornada y me vuelvo a mi sofá para volver a coger la
posturita. Al momento, escucho los pasos de David en el rellano, y da dos
toquecitos en la puerta.
-¿Se puede?- dice mientras abre poco
a poco la puerta y cierra detrás de él.
-Pasa, feo- le hago una señal para
que se acerque.
-Hola, fea- se inclina sobre mí para
darme un beso en la mejilla y se sienta a mi lado, haciendo que coloque los
pies sobre su regazo-. ¿Qué tal la resaca?
-Mal- lo miro con el ceño fruncido-.
No voy a volver a beber en mi puta vida, enserio. Esto es horrible...- pongo
mala cara.
-Siempre dices lo mismo- se ríe y
comienza a hacerme un masajito en los pies, lo que hace que remueva las
piernas.
-Para, ¡qué me haces cosquillas!- me
incorporo y cruzo las piernas sobre el sofá, mirando hacia mi amigo-. ¿Qué te
trae por mi dulce morada?
-Ver si seguías viva- se ríe y apoya
un brazo en el respaldo del sofá, colocándose de lado hacia mí-. No avisaste
cuando llegaste a casa y me preocupé. Te he llamado como veinte veces.
-¿Enserio?- me estiro y cojo el
bolso, removiendo en busca del móvil perdido-. He estado tan concentrada en no
morir por la resaca que ni siquiera lo he mirado.
-¿Llegaste bien a casa? ¿Por qué no
avisaste?- mientras habla, juega con un mechón de mi pelo rebelde.
Porque estaba revolcándome en la
cama de Nicolás “el caliente”. Me vienen a la mente las imágenes de éste recién
levantado y echo a sudar. Resoplo.
-¿Nina? ¿Estás bien? ¿Pasó algo
anoche?- me mira preocupado.
-Ejem... Verás...- no sé cómo decirle
a mi mejor amigo que me fui a la cama de un casi desconocido-. Cuando salí del
local donde estábamos, me encontré con un amigo y se ofreció para llevarme a
casa.
-Y si te llevó a casa, ¿por qué no
avisaste igualmente al llegar?- me mira ceñudo.
-Porque resulta que...- tamborileo
con las uñas en mi móvil-. Al montarme en el coche, me quedé dormida antes de
decirle donde vivía y decidió que era mejor llevarme a su casa que intentar despertar
a la bestia. Ya sabes cómo duermo cuando estoy borracha...- me encojo de
hombros, sin saber que más decir.
-¿Qué amigo tuyo no sabe dónde
vives?
¿A qué viene este interrogatorio?
-Bueno... es que... realmente, no es
muy amigo. Lo conocí el sábado, en la fiesta de tu hermana.
-¿Quién es?, ¿lo conozco?
-No sé, es amigo de Toni. Nicolás
Navarro.
La cara de
David es un poema. Se pone blanco como la leche en un momento y me mira muy
serio, como enfadado.
-¿Has dormido en la casa de ese
gilipollas?- escupe enfadado.
-Si...- agacho la cabeza-. No parece
tan gilipollas; un poco creído, sí, pero no se le ve mala gente- lo digo
intentando auto convencerme de que no es tan malo haber dormido en su casa.
-¿Te has acostado con él?- me mira
con los ojos muy abiertos.
-No creo que eso te importe
demasiado, David- me cruzo de brazos, algo enfadada por su reacción-. Pero no,
no me acosté con él. Se comportó como un caballero. Ni siquiera dormí con él,
se fue al sofá.
Omito la parte de la noche en la
que, al parecer, sí que había dormido rozándome con él, o pegándole patadas,
como él me había recriminado.
Mi amigo resopla y se levanta del
sofá, dirigiéndose a la cocina. ¿Por qué le molesta tanto que haya dormido en
casa de Nico?
-Vale- sentencia, y rebusca en el
mueble de las tazas-. ¿Quieres un café?
-No, gracias. Sabes que no me gusta
el café- voy con él y sonrío al verlo tan resuelto por mi casa-. Tu como en tu
casa, ¿eh?...
-Qué tonta eres- coge las cápsulas
de la máquina para prepararse su café cortado-. ¿Cómo llevas las clases?- David
vuelve a tener esa sonrisa que un día me llegó a enamorar.
-Bueno... Hoy, gracias a un mal amigo
que me llevó ayer de copas sabiendo que hoy trabajaba, mal. Pero, ya sabes,
adoro a mis niños. Los voy a echar de menos el año que viene cuando pasen a
primaria.
Yo soy profesora de Infantil de 3 y
4 años en el colegio privado donde hice las prácticas de la carrera. Les gustó
cómo trabajaba y decidieron contratarme al curso siguiente de acabar la
carrera. Es una suerte, tal y como está la cosa del empleo en este país, me
siento muy afortunada de trabajar en lo que siempre ha sido mi pasión, enseñar.
-Y ellos seguro que te echan de
menos a ti- coge su taza preferida de Stars Wars (sí, ya dije antes que soy una
friki sin remedio y mi amigo, también) y se sienta en una banqueta de la
cocina-. Eres una súper profe molona y guapa.
-Qué tonto eres tú- me sonrojo
ligeramente.
Lo miro apoyada en la encimera. Cómo
había echado de menos nuestras charlas en mi cocina, con el olor de su café.
-Necesito una ducha- me separo de la
encimera y me dirijo a la puerta de la cocina-. ¿Te importa esperarme en el
sofá? No tardaré demasiado.
-Ya sabes, lávate bien detrás de las
orejas- se ríe, se levanta y sale de la cocina detrás de mí con su taza de
café.
Voy a mi habitación a coger la ropa
para cambiarme y, antes de entrar en el baño, miro hacia el salón sonriendo.
Realmente estoy contenta de que haya vuelto. Las cosas con él siempre parecían
más fáciles de sobrellevar. Siempre me ha ayudado a encajar un poco más en la
sociedad en la que me movía, tanto por amigos como por trabajo. Me sentí algo
desplazada, o más bien desubicada, cuando él se marchó. Pero ahora, está aquí
de nuevo y eso me hace muy feliz.
En el baño, me miro al espejo y
pongo mala cara por lo que veo. Tengo el pelo hecho un desastre -más de lo que
es habitual en mí, quiero decir-, tengo los ojos hinchados y las ojeras me
llegan hasta los pies. Necesitaría una siesta de las de mirar el calendario
-como dice el gran Rovi- para mejorar este aspecto. Pero David estaba en casa y
quería recuperar el tiempo que llevaba sin verlo, aunque esta vez sin alcohol
de por medio. Ya dormiría a la noche.
Me doy una ducha templada tirando a
fresquita para quitarme toda la humedad de estos días de últimos de verano.
Dejo caer el agua por mi cabeza con los ojos cerrados, intentando relajarme y
que se me quite todo el cansancio acumulado, ya que no me bastó con la ducha
express que me di esta mañana antes de ir a trabajar, después de que Nico me
dejara en casa. Me da un escalofrío al pensar en esta mañana, cuando desperté
en su cama que, ahora que recuerdo, olía a él. Y cuando abrí los ojos y lo vi
frente a mí, con ese cuerpo serrano que la naturaleza le ha dado, mirándome con
esos ojos que se me clavan en lo más profundo de mi ser cada vez que se fijan
en mí, como si yo fuera lo único a lo que hay que mirar... Comienzo a recordar
cada detalle de él. Sus hombros anchos y robustos, sus brazos fuertes y firmes,
su... ¡Joder! Me pongo mala nada más pensar en lo que vi entre sus piernas y
que desearía que tuviera entre las mías, mientras me coge entre sus brazos y
me...
-¿Nina?- la voz de David interrumpe
mis pensamientos.
Me doy cuenta que, mientras me
enjabonaba, una de mis manos se han detenido entre mis piernas y la otra sobre uno
de mis pechos. ¡Mierda! ¿Qué estás haciendo Nina?
-¿Estas bien? -vuelve a preguntar
David.
-Eehh...- no sé qué decir.
He estado a punto de masturbarme en
la ducha con un chico tremendamente guapo -que es mi mejor amigo- en el salón,
pero pensando en otro. Definitivamente, estoy perdiendo la cabeza. Debe ser el
calor, o la resaca, o las dos cosas mezcladas.
-Sí, tranquilo...- me apresuro a
enjuagarme-. Sólo me relajé demasiado...
-Ya escuché que estabas muy
relajada, sí...
-¡Ya salgo!
Salgo de la ducha, me seco el cuerpo
a toda pastilla y me pongo unas braguitas cómodas, unos shorts sueltos y una
camiseta de tirantas corta y finita, sin sujetador. Salgo del baño descalza y
secándome el pelo con una toalla. David me mira desde el sofá con una ceja
levantada.
-¿Qué pasa?- le miro mal lanzándole
la toalla a la cara.
-Nada, nada- se carcajea apartando
la toalla y me hace un hueco junto a él.
-Ah, creía yo...- me río con él y me
tiro bocarriba en el sofá, apoyando la cabeza en su regazo, mirando hacia
arriba para verle la cara.
-Es que estás muy sexy con esos mini
pantaloncitos...- se muerde el labio algo más serio, acariciando el filo de los
shorts-. Y con esta camiseta...- sube sus dedos por mi tripa, levantando
ligeramente el filo de mi camiseta.
-David...- susurro y cierro los ojos,
notando un calambre que recorre toda mi espina dorsal.
-Shhh...
Osea Marina!! y vease que te dije Marina... como diablos lo dejas allí xD ya quiero el quinto :3
ResponderEliminardeseando ver el quinto,el sexto.....yaaaa,me gusta,lo haces genial,carmen
ResponderEliminarJajaja! Sabes como dejarnos a media!!!...por cierto:te pones malita!!! Jij Cml
ResponderEliminarjope no se que historia me gusta más; la de David o la de Nico... ya podía alguno venirse conmigo jejeje que mal repartido esta el mundo!!
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