La imagen que me encuentro al abrir
la puerta, me hace cerrarla de nuevo de un portazo y apoyar la espalda sobre la
puerta cerrada. Éramos pocos y parió la abuela. ¿Qué coño hace Nico en la
puerta de mi casa? Vuelve a llamar a la puerta, lo que me hace inspirar
profundo; me separo de la puerta y la vuelvo a abrir. Lo miro fijamente, sin
saber muy bien qué decirle.
-¿Así es como te han educado tus
padres?- dice en tono burlón, con esa estúpida sonrisa de medio lado en los
labios- ¿Cerrándole la puerta en las narices a tus invitados?
-¿Se puede saber qué haces aquí,
Nico?- le fulmino con la mirada.
-Eh, tranquila, fiera...- ¿me está
vacilando?-. ¿Me dejas pasar? Hace mucho calor en este pasillo.
Se sacude los picos del cuello de su
polo Ralph Lauren impoluto y veo como un par de gotas de sudor le caen por la
frente y el cuello. Esa imagen me hace desearlo un poco más si cabe. Mi cerebro
no quería dejarlo pasar, pero mis pies actúan por sí solos y se apartan de la
puerta dejándole paso. Entra y le echa un vistazo a mi pequeño piso, metiéndose
las manos en los bolsillos.
-Uuummm... Acogedor- afirma,
mirándome ahora a mí, que aún estoy sujeta a la puerta abierta.
Este capullo engreído se atreve a
presentarse sin previo aviso en mi casa y encima criticarla. ¿Quién se piensa
que es?
-Repito la pregunta, por si tu ego
te ha impedido escucharla-cierro la puerta y doy un par de pasos hacia él-. ¿Qué
haces en mi casa?
-¿No te alegras de verme?- resoplo y
pongo los ojos en blanco. Me pone de los nervios.
-Nico...
-Pasaba por el barrio...- se ríe por
la típica excusa que acaba de poner-. No, solo pensé que querrías venir a tomar
un café conmigo para pagarme por mis servicios de alojamiento y desplazamiento.
-¿Enserio?- niego con la cabeza y él
asiente, sonriente-. No puedo, tengo que salir a comprar.
-Te acompaño.
-Y después tengo que prepararle una
tarta de cumpleaños a mi padre- intento persuadirlo para que se vaya.
-Soy buen repostero- afirma y se
encoje de hombros.
-No me lo creo.
-Hagamos una apuesta. Yo te acompaño
a hacer la compra, venimos de nuevo aquí y te ayudo a hacer la mejor tarta de
cumpleaños de la historia. Y, si resulta que no soy tan buen repostero, te
invito a una cena.
Su tono serio me hace que comience a
pensar que va en serio lo de hacerle la tarta a mi padre.
-No, que seguro que lo haces mal a
posta para poder camelarme en la cena.
-O quizás lo haga bien y me dejes invitarte
igualmente para agradecérmelo.
Me río a carcajadas y lo miro. Sigue
en la misma posición, con las piernas entreabiertas, las manos en los bolsillos
y esa maldita sonrisa que conseguiría que se derritieran los polos si me la
dedicara estando allí. Y esa mirada. Él está riéndose y bromeando, pero es
profunda y fija en la mía, como esperando que mis ojos se den cuenta de que los
suyos están hechos sólo para mirarme. Quiero apartar la vista y negarme a sus propuestas,
pero no lo consigo. Este capullo engreído me tiene atrapada sólo con mirarme.
-Vale.
No sé por qué he aceptado. El
alcohol residual del día anterior debe estar haciendo estragos.
-Espérame sentado- le señalo al sofá
y consigo dejar de mirarle-. Voy a cambiarme de ropa.
Me giro antes de que él se acomode
en mi salón y cierro la puerta de mi habitación con urgencia, apoyándome en ella
y suspirando. ¿Cómo podía estar pasándome eso? Yo soy una tía muy normalita,
nunca he llevado una horda de hombres babeantes detrás de mi trasero. Es decir,
ni una horda ni uno suelto. No suelo llamar la atención del sexo opuesto. Soy
una chica del montón. Y ahora resulta que tengo a los que probablemente sean
los dos tíos más guapos y deseados de la ciudad plantados en el salón de mi
casa con diferencia de diez minutos el uno del otro.
¡Espabila, Nina! Comienzo a quitarme
la ropa que llevo puesta, soltándola en la cama, y me dirijo al armario para
buscar algo fresquito que ponerme. Me decido por un vestido corto, palabra de
honor y en color verde botella y unas cuñas rojas. Me recojo el pelo, que aún
está algo húmedo, en una coleta lo mejor que puedo. Me miro al espejo y aún veo
las inmensas ojeras que tengo. ¿¡Cómo he podido recibirle con esta cara!?
Decido ponerme un poco de maquillaje para camuflarlas, un toque de rímel y
brillo de labios. ¿Por qué me estaba arreglando tanto para ir a hacer la
compra? Probablemente porque me da vergüenza que me vean con pintas de drogata
al lado de semejante portento de la naturaleza. No es que no fuera a desentonar
igual con mi pequeña capa de chapa y pintura pero, al menos no llegaría a dar
pena o no pensarían que era su criada o algo así. Me echo un último vistazo en
el espejo, de pie, antes de girarme hacia la puerta. Suspiro y abro, saliendo
al salón.
Él está recostado en mi sofá con las
piernas cruzadas a la altura de los tobillos con los pies encima de la mesa. La
verdad es que me mosquea un poco la confianza que está cogiendo tan rápido. Al
escuchar como cierro la puerta, baja los pies de la mesa y protesta.
-Ya era hora. ¿A dónde has ido a por
la ropa, a la Quinta Avenida?
Se levanta, girándose hacia mí y se
queda en silencio con los ojos como platos, recorriendo todo mi cuerpo con esa
mirada que me hace estremecer por completo. Se acerca a mí y acaricia mi brazo
desde el hombro desnudo hasta agarrarme la mano, lo que hace que se me erice
cada vello de mi cuerpo. Intento soltarme, pero él me tiene agarrada la mano
con firmeza.
-Si viéndote así, alguien te deja
escapar, es que no sabe dónde tiene la cabeza.
Engreído y engatusador. Es verdad que
me he arreglado un poquito más de la cuenta, teniendo en cuenta que vamos a ir
a hacer la compra, pero no es ni mucho menos mi mejor modelo, ni tampoco me
sienta tan bien. Este lo que quiere es llevarme al huerto.
Sube la mano libre y me roza la
mejilla con el dorso de la mano, con dulzura, como si me fuera a romper si me
toca más. Ese gesto me hace ruborizar y, de repente, ya no puedo mantenerle la
mirada, la desvío hacia el suelo,
agachando la cabeza.
-No me niegues nunca esta visión que
tengo de ti- susurra con su voz firme y autoritaria, y eso hace que
automáticamente vuelva a mirarlo a los ojos.
-¿Nos vamos?- digo apresuradamente.
Necesito salir de este espacio tan
cerrado, con él tan cerca. Su mirada, su cuerpo, su olor, todo me hace desearlo
hasta extremos que nunca había deseado a nadie. Y eso no es algo normal que te
pase con alguien que no hace ni cuarenta y ocho horas que conoces. Y menos, si
es alguien que está tan lejos de ti, tanto económica como socialmente.
Definitivamente, tenía que quitarme de la cabeza a Nico y alejarme cuanto antes
de él. Antes de que fuera demasiado tarde y me partiera el corazón. Eso es lo
que piensa mi mente, pero parece ser que mi cuerpo no está dispuesto a
obedecer.
-En marcha, preciosa.
Sin soltarme de la mano, se gira y
se encamina hacia la puerta de la entrada. Lo sigo como si fuera lo que debo de
hacer en lugar de correr a toda pastilla hacia el lado contrario. De la mesilla
de la entrada, cojo el bolso y salgo de casa pensando que, si no se me ocurre
nada para alejarme, pronto caeré en picado hacia el abismo del rompecorazones
que me lleva de la mano.
Yo quiero ir andando, pero Nico
insiste en ir en su coche para que así no tengamos que volver cargados. Bueno,
es él el que tiene un coche que tendría que llevar un surtidor de gasolina
incorporado, así que acepto. Aprovecho que se ha ofrecido a hacerme de
transportista para hacer una compra mayor de la que había planeado simplemente
para hacer la tarta. Cojo todo lo que me hace falta para la compra del mes,
incluido los típicos productos de higiene femenina, tales como gel íntimo, cera
para el bigote, hasta incluso compresas y tampones. En realidad, la mitad de
las cosas no me hacen falta con urgencia, porque tengo de sobra en casa, pero
hago todo esto para intentar avergonzarlo y que cambie de opinión sobre lo de
acompañarme en la compra. Pero ahí está, sin apenas soltarme de la mano, sólo
el tiempo justo de coger algunas cosas de los estantes. Y ahí estoy yo,
dejándome llevar de la mano de aquel hombre, casi desconocido, con el que, en
apenas dos días, ya había compartido cama y ahora hacíamos la compra como si
fuéramos un matrimonio que lleva años de convivencia.
Durante la compra y el camino a
casa, me cuenta que su padre tiene una cadena de hoteles de lujo por todo el
mundo y que ahora le ha dejado al mando de los establecimientos que tienen en
Madrid, pero que él quiere montar algún negocio propio. Me comenta que ha visto
un par de locales para montar un pub o incluso una discoteca. Lo escucho hablar
sin perderme detalle de lo que dice, realmente me interesa lo que me está
contando. Yo le cuento sobre mi trabajo de profesora, del que me extrañaba que
él ya supiera antes de que yo se lo dijera, y me dice que ha hablado de mí con
Toni. Maldito Toni, debe ser éste el que también le ha dicho en que piso vivía,
porque no recuerdo habérselo dicho yo. Le hablo de mis niños con una sonrisa en
los labios y llenándome de orgullo de lo que ellos son para mí, y él no para de hacerme preguntas sobre ello.
-¿Cómo supiste que querías ser
profesora?
-Bueno...- hablo mientras comienzo a
colocar las cosas de la compra en su sitio en mi casa-. Siempre he sabido lo
que quería ser de mayor, no sé. Ser profesora te tiene que gustar, es un
trabajo por vocación, no es un trabajo que se escoja por el gran sueldo. Ya ves
que no vivo entre lujos- señalo a mi alrededor-. Pero me siento totalmente
feliz con mi trabajo.
-Eso dice mucho de ti- dice mientras
me ayuda a colocar cosas en los armarios.
-Bueno...- me encojo de hombros y
cojo un par de delantales del cajón, pasándole uno a Nico-. ¿Nos ponemos manos
a la obra?
-Vale- se coloca el delantal y me
sonríe ampliamente con los brazos puestos en jarra-. Tú mandas, jefa.
Le miro con las cejas levantadas y
los ojos muy abiertos.
-¿Acaso no eras tú el experto
repostero?
-Cierto, señorita- se pone derecho-.
Me van a hacer falta: dos yogures de limón, harina, azúcar, aceite y dos sobres
de levadura.
-¡Marchando!
Sí que se le veía resuelto, al menos
en las recetas. Me giro y comienzo a poner todo lo que me ha pedido, intentando
ordenarlo para que cupiera en la pequeña encimera.
-Muy bien. ¿Dónde tienes la batidora
y un bol grande para poner los ingredientes?- su voz es dulce pero a la vez
autoritaria.
-En el mueble de debajo de la vitro-
le señalo al mueble que está a su lado.
Se agacha para cogerlo y no puedo
evitar quedarme con la boca abierta mirando cómo se le tensan los músculos de
la espalda y el culo al hacerlo. Consigo apartar la vista justo en el momento
que se pone de pie, colocándolo todo encima de la encimera junto a los
ingredientes.
-Ahora, coge los yogures y vuélcalos
en el bol- hago lo que me dice.
Sigue dándome instrucciones sobre cómo
hacer las bases para la tarta y las voy siguiendo sin rechistar. Con los mismos
vasos de los yogures, me indica que eche dos vasos de aceite de oliva, cuatro
vasos de azúcar, seis de harina y, por último, un sobre de levadura. Mientras,
él supervisa mis movimientos, dándome el visto bueno. Se coloca detrás de mi
espalda, haciéndome agarrar la batidora.
-Y ahora, poco a poco, ve batiendo
todos los ingredientes hasta que se haga una masa medio compacta, sin ningún
grumo.
El notar su aliento sobre mi cabeza,
inclinado sobre mí y pegado a mi espalda, me hace temblar, y le doy al botón de
la batidora demasiado pronto y hago que la harina salga volando en todas
direcciones.
-¡Joder!- me maldigo a mí misma y lo
escucho riéndose detrás de mí.
Claro, él está a salvo de la
tormenta de harina con mi cuerpo delante. Lo miro con los ojos entrecerrados,
intentando aparentar mirada asesina, pero no sirve de nada. Me coge las manos
con suavidad y hunde la batidora con cuidado en la mezcla.
-Tienes que hacerlo con suavidad,
preciosa- susurra y hace que me derrita. Presiona contra mi dedo y comenzamos a
hacer la masa-. Despacio y con cariño, las cosas siempre salen mejor.
-Ehhmmm... Ya...
Eso que acaba de decir ha sonado
tremendamente sexual y, salido de sus labios, hace que mi cuerpo sienta la
necesidad de tenerlo aún más cerca. Intento concentrarme más en lo que nos
traemos entre manos. O sea, la tarta; no el sexo. Cuando considera que tiene la
textura correcta, se inclina algo más sobre mí, metiendo su dedo índice en la
mezcla, coge un poco de masa y lo acerca a mis labios.
-Pruébala- me ordena y, automáticamente
abro la boca y me meto su dulce dedo entre los labios.
-Mmmm...- no sé si el sonido de
placer es más por el sabor de la masa o por estar saboreando su piel.
-¿Está rica?- asiento como una
tonta, relamiéndome los labios cuando él saca su dedo de mi boca. Quiero más-. Ahora,
lo ponemos en la bandeja del horno cubierta con papel plata y hacemos al menos
tres bases.
Enciendo el horno mientras él
reparte la masa en las tres bandejas para el horno. Cuando éste está caliente,
ponemos la primera y me indica en el momento que se sabe que está lista la
base. Y así con el resto. Cuando acabamos de colocar la última base, suena el
timbre de la casa y me sobresalto.
-Menudo día de visitas tengo- murmuro-.
Espera un segundito aquí, ¿vale?
-Vale, yo vigilaré el horno.
Voy hacia la puerta, limpiándome las
manos en el delantal. ¿Quién será a esta hora? Miro el reloj del TDT antes de echar
un vistazo por la mirilla; son las ocho y media de la tarde. Resoplo al ver
quién es, y abro.
-¿Cuándo pensabas contármelo?- el
torbellino de mi amiga entra en mi piso moviendo las manos alterada.
-¿Contarte el qué, Vic?- la miro sin
entender a qué se refiere. Espero que a David no se le haya ido la lengua y le
haya contado nuestro affaire.
-Traigo una botella de vino para que
te sientes y sueltes la lengua, querida.
-Sigo sin entenderte, nena.
-¡Te has tirado al morenazo!- me
mira con cara de enfadada.
-¿Qué estás diciendo, Vic? Baja el
volumen, por favor...- me muero de vergüenza como lo oiga el mencionado
morenazo.
-¡¿Que baje el volumen?!- me mira
con cara de incrédula-. ¡Te has tirado al morenazo más buenorro de todo el
planeta! Después de mi niño, claro. ¡Y no me lo has contado! A mí, a tu mejor
amiga. Esto no te lo perdono.
En ese momento, Nico sale de la
cocina y, sonriente, me mira burlón.
-Preciosa, la última base está
lista.
asi da gusto meterte en la cocina,yo tb haria alguna tarta jeje,con ganas dl 7 yaaaa,es terminar un cap y ganas d ver el siguiente,como ira esa xarla......CM
ResponderEliminarjajajajaja fue genial eso xDD definitivamente amo a Nicolas ñ.ñ gano mi corazón Mandy no lo pude evitar... sigue escribiendo xD...
ResponderEliminarPD. Sabias que leo tus capitulos mientras doy clases?? Mira lo que tu historia hace conmigo
Gracias de veras por tu entusiasmo Pattylu!! Te recomiendo que el 7 y el 8 no los leas en clase. jajaja
EliminarMe gusta mucho este Nico está interesante la cosa!!!
ResponderEliminarguauuuuu quiero hacer una tarta en esas condiciones!!!!
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